El deporte siempre ha sido una fantástica manera de promover la igualdad y de transmitir mensajes positivos. Los valores que habitualmente se transmiten en cualquiera de sus disciplinas son sumamente importantes, sobre todo para que las nuevas generaciones entiendan que la práctica deportiva ha de ser siempre respetuosa y debe luchar por erradicar las discriminaciones de cualquier tipo.
En los últimos años, el deporte femenino no ha parado de crecer y ha ganado adeptos, popularidad e interés mediático. Cada vez son más las personas que acuden a los recintos deportivos y siguen las competiciones, lo que al mismo tiempo repercute de manera positiva en las niñas. Muchas hemos crecido rodeadas de una infinidad de referentes masculinos, pero nos faltan mujeres. En algunos casos es porque el techo de cristal les ha impedido llegar a la cima y, en otros, porque la sociedad se ha encargado de silenciar su éxito.
Ahora que parece que el deporte se acerca poco a poco a la paridad —sin llegar a conseguirla del todo—, es momento de utilizarlo como un arma de empoderamiento femenino para las mujeres y las niñas. En muchos lugares del mundo, los derechos de las mujeres todavía están muy recortados y constantemente se enfrentan a una infinidad de barreras sociales, culturales y económicas. Ante esa evidente desigualdad, el deporte femenino siempre será la mejor alternativa para superar todas las barreras y ofrecerle a las mujeres una plataforma, al mismo tiempo que una oportunidad, para que se expresen, desarrollen habilidades, confianza y autoestima.
En las culturas que todavía relegan a la figura femenina al ámbito doméstico y que constantemente privan a las mujeres de expresarse libremente, el deporte permite demostrar sus habilidades. Es una vía de expresión emocional, pero también para liberar tensiones y controlar sus cuerpos.
La actividad deportiva también permite desarrollar habilidades importantes en el día a día, las conocidas como ‘soft skills’ que no se enseñan en el colegio. Las niñas y las mujeres aprenderán a potenciar la confianza en sí mismas y en sus compañeras, la resistencia, la toma de decisiones, la cooperación y el trabajo en equipo. Este último punto puede ser especialmente importante en entornos o culturas que buscan aislar a las mujeres del resto de la sociedad.
En definitiva, promover la participación de las niñas en el deporte, animarlas a perseguir sus sueños y demostrarles que pueden conseguir todo aquello que se propongan es posible. Y para ello, tiene que haber referentes femeninos, que desde pequeña vean que otras abrieron camino mucho antes, a pesar de las dificultades y de las barreras culturales, sociales y económicas.
Y en este ámbito, las instituciones también juegan un papel muy importante. Es responsabilidad de los organismos gubernamentales, y también de las asociaciones y organizaciones, poner en marcha distintas políticas y estrategias de igualdad de género. Sin embargo, no deben quedarse únicamente en la teoría, deben ir a la práctica y estar respaldadas por un mayor número de recursos, promoción de los logros de las mujeres, así como una comunicación y un marketing libre de estereotipos y tópicos machistas.
Todo eso, además de que permite aprovechar cualquier oportunidad de aprendizaje, es un deber de cualquier ecosistema deportivo. Practicar deporte en igualdad contribuye al tan ansiado cambio que la sociedad necesita, porque el deporte femenino siempre jugará un papel muy importante en la lucha por la igualdad real.