Una de las dos Españas ha de helarte el corazón. La de blanco se impuso a la rojiblanca en Lisboa, que se quedó helada, en una noche en la que ilusión rezumaba en el coqueto estadio da Luz de Lisboa. Una noche de slóganes, de gritos y consignas, en la que los más expresivos colgaron sus pancartas de las airosas gradas lisboetas. Pintado de negro, en una enorme sábana blanca, en las alturas de la zona Atlética se leía: “Gracias papá”. Más de 600 kilómetros a Lisboa en pos de una ilusión que se heló a falta de dos minutos en el lado colchonero.
Lisboa ha digerido como ha podido la llegada de decenas de miles de seguidores madrileños de Real Madrid y Atlético. Los accesos al estadio son complicados y el atestado metro lisboeta fue incapaz de deglutir la masa de aficionados que iban al estadio. En los convoyes se mezclaban aficiones y eso hizo que en la céntrica estación de Marqués de Pombal un grupo del Frente Atlético se diera de brices en un vagón con otro de Ultra Sur, sin que la cosa pasara de golpes a las ventanillas y amenazas.
Una tensión que se transmitió al espectacular escenario lisboeta. Un fondo para cada equipo y, para variar, las mejores entradas en manos de los invitados de la UEFA y patrocinadores, en la zona central del estadio. Es decir, que los que pagaban fueron los peor tratados, como suele ser habitual en este tipo de eventos, en los que el aficionado es el que menos cuenta. Aunque es quien paga las facturas, la gasolina, las entradas y las comidas.
Lisboa ha sido una cara y una cruz. Calles atestadas de seguidores bienhumorados por un lado. Por el otro, caravanas oficiales con escolta motorizada y ululante, coches de cortesía y minibuses de invitados de la UEFA. ya no las dos españas, sino la Europa de dos velocidades.
En el duelo de aficiones y consignas la victoria fue rojiblanca, no solo durante los 93 minutos que tuvo el marcador en franquía, sino hasta el final. Fue estremecedor ver al fondo rojiblanco cantar a capella el himno del Atlético cuando el partido había acabado y sus jugadores estaban hundidos en el césped. La imaginación de los cánticos también era colchonera, aunque la victoria que se apunta en la estadística de la Champions se fue al bando merengue.
Euforia victoriosa y orgullo herido por un final sádico. Las colas en los peajes de la autopista y el puente del 25 de abril que cruza de lado a lado el estuario del Tajo ha vuelto a unir a ambas aficiones en su sino común. Volver a Madrid.