Luis Enrique Martínez García fue el hombre escogido por la dirección técnica del FC Barcelona para reflotar el navío culé. Él era el elegido para devolver al Barça a lo más alto de olimpo futbolístico tras varias temporadas rozando la gloria, aunque sin conseguirla. Los años más convulsos, con un Tito sumergido en su enfermedad y un Tata Martino incapaz de solucionar los inconvenientes del club, quedaron en el olvido tras la llegada de un asturiano con casta, fe y mucho trabajo duro a sus espaldas.
Ahora, un año después de su presentación (fue el 21 de mayo de 2014), podrá llevar un nuevo trofeo a las vitrinas del Camp Nou. Será la liga número 23. Una liga que finiquitó en el Calderón, muy cerca de la casa de su máximo rival pero que en sus primeras jornadas de vida, las del campeonato liguero, su consecución no parecía tan fácil. Su máximo valedor y el hombre con el que planificó toda la temporada, Andoni Zubizarreta, fue despedido por Josep María Bartomeu. Su escudero en los despachos de Barcelona se marchó y él se quedó solo ante el peligro. No se amilanó y aprovechó cualquier oportunidad para alabar el trabajo del exdirector deportivo blaugrana. La última vez fue cuando le preguntaron por Bravo y Ter Stegen. El asturiano contesto ensalzando la labor de Zubizarreta.
De aquí en adelante, los ríos de tinta corrieron en todos los periódicos de nuestro país. El 'Lucho' tenía medio pie fuera del Barça y su mala relación con Messi le abría aun más las puertas del Barcelona. Acusaban al asturiano de no lidiar bien con el argentino. El culmen, su suplencia en la derrota del Barça frente a la Real en Anoeta. El diez del Barça y su entrenador no se hablaban, tampoco con gran parte de la plantilla que no entendía los continuos cambios de alienación del asturiano. No repitió ningún once en la primera parte de la temporada. Aún así siguió remando al mismo ritmo, tal y como acostumbra en sus carreras de ciclismo por ejemplo. Pedalada a pedalada.
El siguiente problema del asturiano tenía nombre y apellidos brasileño. Neymar da Silva Santos Junior. El otro crack del Barça se cansó de ser siempre sustituido. Se lo recrimino en público tras un cambio y ya nunca más volvió a salir del campo antes de que se acabara un partido. El 'lucho' supo lidiar correctamente con el brasileño y éste firmó un gran final de campaña siendo determinante, tanto en Champions como en Liga.
Y a pesar de tener todo en contra, Luis Enrique supo dar con la tecla. El juego previsible del Barça basado en mantener la pelota quedó en un segundo plano. Con el asturiano el Barça había recuperado su capacidad de sorpresa. Ahora los culés se adaptan al juego de su rival e intentan darle en donde más débil era. SI había que mover la pelota para apaciguar al contrario se hacía o si había que salir a la contra con la MSN también se llevaba a cabo. En la pasada eliminatoria, el Bayern dominó el centro del campo pero eso no bastó y los alemanes salieron escaldados de su duelo con el FC Barcelona. Uno de los partidos clave para que Luis Enrique se diera cuenta de esto fue en el Bernabéu. En Chamartín alineó a Iniesta y Xavi juntos. No funcionó. El balón ya no era sinónimo de victoria y dio prioridad a Rakitic o en muchas otras ocasiones, a un doble pivote con Busquets y Mascherano en la medular.
Y esto le valió las críticas de muchos periodistas y palmeros del juego idílico culé ideado por Guardiola, sobre todo cuando las cosas no marchaban tan bien en can Barça. Pero supo reponerse a pesar de que a mediados de temporada se activó otro temporal, en este caso procedente del máximo organismo del fútbol Mundial: la FIFA. De golpe y porrazo el Barça se quedó sin poder fichar y se abrió otra crisis institucional. Luis Enrique no tenía ni tuvo nada que ver pero ahí que se puso, a trabajar en busca de resultados que sirvieran como cortina de humo y que tapasen todas estas irregularidades que tenían ensombrecida a la ciudad condal. Olvidado queda. El FC Barcelona ya tiene la liga en el bolsillo y todavía puede conseguir los otros dos títulos que le faltan para conseguir el triplete e igualar la mejor temporada culé en sus más de cien años de vida.