Mil doscientos agentes de la Policía Nacional (seis veces más de lo habitual), 122 policías locales (42 más de lo normal en este tipo de partidos), 1.195 efectivos de seguridad privada del Club Real Madrid, 80 trabajadores de Emergencias Madrid y 60 de la Cruz Roja velaron por la seguridad de los aficionados que se acercaron al estadio Santiago Bernabéu una semana después de los atentados de París. Muchas personas fueron con temor al partido, pero cuando vieron el despliegue se quedaron más tranquilos. Aún así, la reventa funcionó con más fuerza de lo normal porque muchos socios prefirieron vender su entrada por miedo.
Hubo tres anillos de seguridad controlados por la Policía Nacional. Todos los asistentes fueron cacheados y tuvieron que pasar también por un detector de metales y por el examen de perros Policía. Los auxiliares de seguridad privada llevaron el peso de los registros, bajo la supervisión de policías. La gente hizo caso de la llamada de las autoridades y acudió con mucha antelación al campo para no perderse ni un solo minuto de partido. Quince minutos antes del inicio, el campo ya estaba lleno, aunque todo el mundo estaba sorprendido por la presencia en todas las esquinas de exterior del estadio de policías con ametralladoras.
Sin embargo, la función de los responsables de seguridad no se limitó al tiempo en que las puertas del campo estuvieron abiertas. La Policía Nacional trabajó en la zona desde días antes para garantizar la seguridad de los vecinos y de los asistentes. Revisó a conciencia las alcantarillas e incluso quitó las papeleras de su lugar para que nadie tirase absolutamente nada en ellas.
Los autobuses de las peñas pararon con normalidad en el sitio en el que suelen hacerlo habitualmente, mientras que el vehículo que trasladó al Real Madrid llegó con la escolta policial habitual, pero estuvo acompañado de un grupo mucho más reducido de aficionados que en otras ocasiones. En la torre B, hubo pitos y gritos porque los aficionados de esa zona vieron que su cola estaba parada y se impacientaron cuando quedaban 45 minutos para las 18:15.
Todo estaba medido al mínimo detalle y nada falló. La gente accedió al estadio a un ritmo lento, pero constante y a un cuarto de hora del inicio del choque todo el mundo estaba en sus asientos. Por eso, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, habló poco antes del inicio del partido de un «comportamiento modélico» y agradeció la «colaboración» y “comprensión” de todos los asistentes.
Fernández Díaz reconoció que este tipo de situaciones crea “incomodidades», pero destacó que todo transcurrió con «absoluta normalidad» en las horas previas al Real Madrid-Barcelona. Finalmente, el partido pasó sin una presencia policial más grande de lo habitual en las gradas. Muchos seguidores decidieron abandonar el estadio antes de tiempo por el mal resultado del Real Madrid y la salida fue rápida y ordenada.