En cuatro horas podía decantarse la Liga. El Atlético de Madrid, en el segundo turno, saltó al césped sabedor de los dos tantos de Luis Suárez en Riazor. Con la presión extra, por tanto, de saber que sólo un triunfo les permitiría mantener la estela del Barcelona. Y esa sensación de necesidad se transformó en temor a encajar un gol. Con la novedad de Thomas en lugar de Carrasco, el equipo rojiblanco mostró un enorme respeto al Athletic, que tampoco parecía dispuesto a asumir riesgos en el tramo inicial del duelo.
Partido de mucho respeto
En los diez primeros minutos no se apreció siquiera una llegada con peligrosidad. Ningún equipo se adueñó del esférico y casi todas las disputas se centraban en el centro del campo, con sucesivos balones largos de ambos equipos. La nota negativa la puso Godín. El líder colchonero sintió un pinchazo tras la entrada de las asistencias, negó con la cabeza. Lucas, previo calentamiento, se incorporó a la cita.
El encuentro se animó muy lentamente, por culpa de dos planteamientos que parecían aguardar a los minutos finales del envite. Fernando Torres merodeó el área rival, y justo después llegó la respuesta del Athletic, pero Raúl García también llegó tarde a un centro que provenía desde la banda izquierda. Superado el ecuador del primer periodo, Beñat obró el primer remate, a balón parado, pero sin encontrar los tres palos.
Fernando Torres, en racha
Seguía sin apreciarse un dueño del partido. Las posesiones, salvo una jugada del Atlético que acabó en un disparo desviado de Augusto, carecían de prolongadas combinaciones. El que fuera capitán del Atlético, Raúl García, era el primero en encontrar portería con un cabezazo que no entraño dificultad alguna para Oblak. Un duelo dormido, apagado, hasta que llegó el zarpazo del jugador más en forma de los rojiblancos. Griezmann, en tres cuartos de campo, levantó la mirada y colocó el esférico en la testa de Torres, que dentro del área cabeceó de forma excepcional para abrir el marcador.
En los siete minutos de juego que restaban, no se vislumbró más fútbol. Si se calentó la hinchada local y se palpó la tensión después de una acción polémica. Thomas, con Iraizoz en el suelo, continuó la jugada y golpeó en el poste, entre las protestas de sus rivales. Fue lo último a destacar en un primer periodo animado tan sólo por el gol del delantero del Atlético de Madrid.
Auge del Athletic
La situación no cambió en exceso en la segunda mitad. Se mantenía una notoria igualdad y los equipos seguían con dificultad para penetrar en los aledaños del área rival. Sin embargo, superados los diez primeros minutos, el Athletic, con el marcador en contra, dio un paso al frente. Beñat, primero, y Raúl García, después, obligaron a intervenir a Oblak en dos ocasiones. Valverde, para mantener la buena inercia, introdujo a Williams e Iturraspe en detrimento de Muniain y Etxeita.
Simeone respondió con un cambio que seguro tenía planteado antes del choque. El canterano Thomas se marchó y entró al césped Carrasco, para aprovechar su verticalidad y desborde cuando la fatiga comenzaba a florecer en los jugadores. El Athletic fue incapaz de sostener su elevado nivel y perdió fuelle a la par que cedió terreno. Algo que no supo aprovechar el Atlético para crear peligro. Sólo Griezmann, en jugadas aisladas, hacía temblar a los locales.
Valverde apostó por Lekue para ir a por el partido en los últimos compases. Y surgió efecto, ya que por momentos el Athletic atrincheró a los pupilos de Simeone. Ahí, las ayudas de Juanfran y Filipe fueron importantes. La constante ayuda de los laterales otorgó cierto respiro a Savic y Lucas, impotentes ante los sucesivos centros que colocó el equipo local. El conjunto colchonero pudo sentenciar en la recta final, pero Oblak respondió con una gran intervención a un gran disparo de Carrasco.
Tuvo que sufrir hasta el final el equipo de Simeone, con Raúl García como mayor quebradero de cabeza. El extremo belga del Atlético tuvo de nuevo la oportunidad de acrecentar la ventaja en el marcador, pero tras sentar a los dos centrales del Athletic, su disparó se marchó muy desviado. El pitido final del árbitro permitió respirar a un Atlético que sigue la estela del Barcelona, y se mantiene colíder en la tabla.