“Si jugamos así nos pueden pintar la cara”. Con esta frase resumió Cristiano los decepcionantes sesenta minutos frente al Sporting de Lisboa en Champions. Sólo tres días más tarde, los blancos visitaron Cornellá y la imagen no mejoró en exceso. Pero aprendió la lección: mejor sostener el balón. Porque en tiempos pasados, bajo los dominios de Mourinho, la estrategia a la contra parecía definida. Ahora, en medio de un ‘juego libre’, carecer de posesión se traduce en problemas para los pupilos de Zidane.
De ahí que apreciara un interés claro por la posesión. Eso sí, sin Modric, condenado al sinfín de rotaciones en este agitado inicio de temporada. James ahora sí parecía ubicado, a la derecha de Kroos. Kovacic, a la izquierda, se erigía en sustituto de Casemiro. Entre los tres fraguaron la mayoría de las jugadas iniciales, con la BBC sin entrar en escena. En el Villareal, sólo Trigueros y Sansone, el autor del tanto desde 45 metros que ha dado la vuelta al mundo, adquirían cierto protagonismo.
Benzema, única amenaza
El envite tenía un tinte oscuro. La escasez de faltas, más que agradecerse, se traducía en falta de intensidad. Y ocasiones, lo que se dice de peligro, pocas. Tan sólo Benzema, de nuevo en su versión de ‘killer’ poco asociativo, dispuso de las mejores. Primero con un disparo que se marchó a córner tras golpear en un rival, y más tarde con un cabezazo que Asenjo desvió de forma acrobática. Al submarino no le quedó otra que aguardar atrás y salir con verticalidad. Y aunque tarde, la buena posición de los de Escribá en el campo dio sus frutos.
Cheryshev lo intentó desde la frontal, pero se topó con un Casilla que sigue de dulce. El balón salió por la línea de fondo, y en la consecución Sansone lo intentó de chilena tras el saque de esquina. Había transcurrido media hora y el Villareal parecía el equipo más cómodo. Sobre todo por los problemas defensivos del Madrid, que ya los mostró en Barcelona y los refrendó ante su público. Estos se agravaron cuando Marcelo, sin previo aviso, solicitó el cambio por unas molestias en su pierna.
Carencias defensivas del Madrid
Carvajal se despojó del chándal, pero no le dio tiempo a entrar antes de que se reanudara el duelo. Y el Madrid, resquebrajado, se durmió a tres minutos del descanso, como si nada pudiera suceder. Y vaya si pasó. Varane, con un error infantil, trató de sacar el balón jugado con una ruleta. El Villareal robó el esférico y Trigueros disparó en las inmediaciones del área. Ramos, en un calco de la acción frente al Espanyol, puso la mano y después se tapó la cara. En esta ocasión el colegiado le ‘pilló’ y señaló la pena máxima. Bruno, exento de presión, marcó la diferencia ‘a lo panenka’, para dar ventaja a los suyos en un momento crucial.
Revolución blanca
Esta vez no hizo falta cambios, ni variaciones en el juego. Tan sólo una charla en el vestuario. Quizás Zidane, o Ramos tras el fallo, pero el mensaje de arenga se produjo seguro. Sólo se explica el inicio del segundo periodo por parte del Madrid. Transiciones más rápidas, sin pases en horizontal, permitieron sorprender a la zaga del Villareal, que dio un claro paso atrás. Aunque lo que sacudió al submarino fueron los constantes centros desde la banda. No estaba Lucas Vázquez, pero sí Bale o James.
A balón parado, el peligro de los blancos era aún mayor. Ahí se fraguó el tanto del empate. Kroos la puso desde el córner y Ramos se elevó ante dos oponentes para hacer el 1-1. El sevillano, por enésima vez, acallaba sus carencias a través de sus virtudes. La de cal, y la de arena. Seguro que Zidane esperaba algo similar. El Villareal no supo cómo frenar el vendaval, ante un Madrid que apretaba en la presión, y encontraba espacios en zona de tres cuartos de campo. Benzema, con un cabezazo, pudo desequilibrar el luminoso.
Desde entonces, un sinfín de centros de los blancos, para persistir en la asfixia al rival. Bale, desde la diestra, también la tuvo clara, pero no era el día de la BBC. Menos de Cristiano, que no cosechaba ocasión y recibía la amarilla por una entrada a Soriano. Superado el ecuador, el cansancio afloró en las piernas de los blancos, y los de Escribá encontraron cierto respiro. Es ahí cuando Zidane miró al banquillo. El francés recurrió a su fórmula más habitual: Lucas Vázquez y Morata.
Como siempre, el impulso fue manifiesto. El extremo se convirtió en un puñal por la derecha y desde su entrada creó peligro. El ariete, que sustituyó a un Benzema que poco antes pudo anotar, también se hizo notar. El mejor en ese último tramo fue Asenjo, para desesperación de los blancos. El guardameta desbarató los planes del Madrid, que por enésima vez dejó la tarea para los últimos quince minutos. En esta ocasión, en cambio, no hubo épica. No hubo celebración a última hora. El Madrid se deja dos puntos, aunque se mantiene al frente de la tabla.
Alberto Puente