El Manchester City se ha llevado la Supercopa de Europa en los penaltis tras un desenlace bastante cruel para el Sevilla. El conjunto español estuvo a la altura de las circunstancias, incluso se lo puso difícil a los de Pep Guardiola, pero una nueva final vuelve a demostrar que los penaltis son una auténtica lotería.
La final de la Supercopa de Europa tuvo ocasiones para los dos equipos y se podía haber zanjado de cualquier manera. El planteamiento de los dos clubes fue claro desde el principio y eso que Guardiola no pudo contar con muchos de sus jugadores por lesión. El técnico español apostó por Akanji para suplir la baja de Stones, pero el Sevilla no tardó en aprovechar su falta de experiencia como ‘falso’ centrocampista.
Es más, un robo de Lamela pudo suponer el primer gol del partido, pero los delanteros del Sevilla no estuvieron acertados para rematar. Eso sí, fueron encontrando poco a poco su lugar en el terreno de juego y se sintieron cómodos. Aunque les duró poco. Bono tiró de reflejos para evitar lo que hubiera sido un golazo de Aké, pero eso solo fue el inicio de un vendaval ofensivo del City y solo la pausa de hidratación pudo darle un respiro al Sevilla.
El ‘alto al fuego’ les dio algo de aliento que supieron aprovechar a la perfección. Los centros laterales son una de las grandes bazas de este Sevilla, lo que aprovecharon para adelantarse en el marcador. Acuña recibió el balón en la banda izquierda, la puso al centro del área para que En-Nesyri, con un impresionante salto, batiera a Ederson, que no pudo hacer nada para detener el lanzamiento.
Evidentemente, el tanto del Sevilla provocó la reacción inmediata del City. Sin embargo, los de Mendilíbar supieron frenar ese ataque, liderado en buena medida por Rodri, hasta el descanso.
La segunda parte fue otra historia para el Sevilla, pues salieron dispuestos a dominar y a terminar de matar el partido. La tuvo En-Nesyri en un mano a mano, pero después llegaron más ocasiones a la contra. Esta vez era el Sevilla el que ejercía una auténtica tormenta contra el City, pero los ‘cityzens’ sabían que en algún momento debían bajar el ritmo. Cuando lo hicieron, Rodri comenzó una jugada en la que encontró a Palmer, que con un ligero toque de cabeza batió a Bono para poner las tablas en el marcador.
A partir de entonces, ambos equipos bajaron el ritmo. El cansancio se empezó a notar en los 22 jugadores y, por suerte o por desgracia, no hubo prórroga. La UEFA decidió que en caso de empate, el título se decidiría en la tanda de penaltis. Los dos equipos anotaron sus cuatro primeros lanzamientos, el City también el quinto, pero llegó el peor desenlace posible para el Sevilla. Gudelj estrelló contra la madera su último lanzamiento, terminando así con el esfuerzo de todo el partido y con el sueño del Sevilla de alzarse con la Supercopa de Europa.