domingo, noviembre 24, 2024
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Las dos leyendas de la F1 a las que se ha cargado Alonso

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Desde que se convirtiera en el bicampeón más joven de la historia (honor que ya no posee), Fernando Alonso ha adquirido una inmensa trascendencia en el Gran Circo. Tras su paso frustrado por McLaren en 2007 y su nefasto regreso a Renault, el asturiano acudió a Ferrari con un contrato de relevancia. Los años de sequía, que mantuvieron a la estrella en el dique seco, propiciaron el cese de Luca Cordero di Montezemolo, máximo mandatario de la escudería italiana. Un caso muy similar a lo que ha sucedido con Ron Dennis, que ahora pasará a ser un mero accionista en el equipo anglosajón.

Años de frustración

Corría el mes de octubre de 2014, cuarta temporada de Alonso en Ferrari, cuando sólo unos días después de la muerte de Emilio Botín, Montezemolo anunciaba su renuncia al cargo de forma forzada. Le sustituyó en el cargo Sergio Marchionne, propietario del 90% de las acciones de Maranello, que explicaba la situación que había llevado a ese cambio de tornas: “Lo importante no son solo los resultados económicos, que son muy buenos, sino también vencer. Y hace seis años que estamos sufriendo una barbaridad para conseguirlo a pesar de tener dos campeones del mundo”.

Ese último matiz, el de los componentes que tenían en sus filas, aceleró el agravante de la situación. Ferrari había multiplicado por siete el salario de Raikkonen en Lotus, y tanto a él como a Fernando le abonaban veintidós millones de euros por curso. Una cuantía estratosférica que les colocaba como la escudería que más invertía en salarios en la Fórmula 1.

En aquellas fechas, la marcha de Alonso era evidente, después de que ya hubiera intentado salir en 2013. Dejar escapar al asturiano, harto de tanto podio en vano, fue visto como un fracaso para la entidad italiana. De ahí que Montezemolo se viera forzado a decir que era “el final de una era”, y pusiera fin a su cargo de presidente “después de casi 23 años maravillosos e inolvidables”.

Sin confianza en Ron Dennis

La situación experimentada hace dos años se ha vuelto a vivir recientemente con la dimisión, también forzada, de Ron Dennis. El presidente de McLaren ha dicho adiós a treinta y cinco años de trayectoria, después de tener bajo sus órdenes a pilotos de la talla de Niki Lauda, Alain Prost, Ayrton Senna o Lewis Hamilton, todos campeones del Mundo. El británico ha sido apartado del liderazgo por los otros accionistas de la escudería: el grupo Mumtalakat (50% acciones) y Mansour Ojjeh (25%).

Dennis ha mostrado su incomprensión con lo sucedido: “Mi estilo de gestión es el mismo de siempre, es el que ha permitido a McLaren convertirse en un grupo automovilístico y tecnológico que ha ganado veinte campeonatos de Fórmula 1 y ha crecido en un negocio de 850 millones de libras anuales». El británico no ha dudado en reconocer que su marcha se debe a la escasa confianza en el rumbo de la escudería: “Me ha quedado claro en este proceso que ni TAG ni Mumtalak comparten mi visión para McLaren y su verdadero potencial de crecimiento. 

Su adiós esta predicho por una serie de nefastos resultados. Su historia, en cambio, se agrava cuando uno de sus pilotos es el mejor pagado de la parrilla (treinta y seis millones de euros) y exige resultados. Un factor común entre el adiós de dos leyendas, cuyas escuderías no han sabido responder en el momento idóneo: cuando Alonso reclamaba su tercer título Mundial. La marcha de Dennis abre un mar de dudas en el futuro de un equipo que se agarra al cambio de normativa de 2017 para volver a reinar en el Gran Circo.

Alberto Puente

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