El vertido de petróleo de BP en el golfo de México está provocando fuertes tensiones políticas entre la Casa Blanca y el Reino Unido y una grave preocupación en círculos empresariales de este país. El desastre ecológico causado por ese accidente ha reducido prácticamente a la mitad el valor accionarial de la compañía y ha provocado fuertes tensiones entre Washington y Londres.
La compañía se encuentra en caída libre por el temor de los inversores al impacto de la mala imagen que BP se ha granjeado en EEUU por las continuas críticas del presidente de ese país, Barack Obama. El primer ministro británico, David Cameron, se ha visto obligado a salir en defensa de la compañía, y tratará el tema con el presidente Barack Obama este fin de semana telefónicamente.
El Gobierno norteamericano ha anunciado por otra parte que el presidente de BP, Carl-Henric Svanberg, ha sido convocado a una reunión en la Casa Blanca con Obama y el funcionario norteamericano al frente de los trabajos de limpieza, el almirante Thad Allen.
Resulta significativo que la carta de Allen en la que convoca a Svanberg a la reunión no mencionase para nada al consejero delegado de la compañía, Tony Hayward, a quien Obama ha criticado personalmente. Mientras tanto, el US Geological Survey ha calculado que hasta 40.000 barriles diarios de petróleo (6,4 millones de litros), el doble de lo estimado hasta ahora, pudieron derramarse en el mar durante las primeras semanas tras el accidente.
La compañía británica asegura que la campana colocada en la boca del pozo recogió el miércoles 15.800 barriles de petróleo, algo más de los 15.010 barriles recogidos las veinticuatro horas anteriores. Según el fiscal general estadounidense, Eric Holder, su Gobierno no pagará un solo centavo por los trabajos de limpieza y será BP quien corra con todos los gastos.
Por su parte, la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, ha acusado a BP de «falta de integridad» por la forma de abordar el desastre. Pelosi y otros muchos políticos estadounidenses han dado a entender que habría que obligar a BP a suspender el pago de dividendos a sus accionistas hasta que se demuestre que dispone del dinero suficiente para correr con todos los gastos de la limpieza y las indemnizaciones por daños y perjuicios.
Todo esto ha suscitado una fuerte preocupación en el Reino Unido, donde los dividendos de la compañía forman parte importante de los fondos de pensiones de millones de británicos, que podrían verse así amenazados. El líder tory, que ayer se encontraba en Afganistán, instó a BP a hacer todo lo que esté en sus manos para resolver cuanto antes la situación y dijo que su Gobierno estaba dispuesto a ayudar a la empresa.
«Comprendo plenamente la frustración del Gobierno de EEUU. Lo más importante ahora es intentar mitigar los efectos y resolver el problema. Es algo que voy a tratar con el presidente de EEUU cuando hable con él». En Washington, sin embargo, el portavoz del Departamento de Estado, Pj Crowley, dijo que el vertido era una cuestión entre EEUU y BP, y no entre Washington y «su más próximo aliado».
El ministro británico de Finanzas, George Osborne, dijo haber llamado al consejero delegado de BP en nombre del primer ministro para hacer hincapié en «el valor económico que BP tiene para los ciudadanos británicos y norteamericanos». Según el Financial Times, John Napier, presidente de la aseguradora británica Royal & Sun Alliance, ha escrito a título personal al presidente Obama acusándole de «doble moral» en sus críticas «personales y un tanto sesgadas» a Tony Hayward.