La agencia de calificación crediticia Fitch Ratings aseguró este miércoles que España no debe necesariamente recurrir a la deflación de forma masiva para recuperar su competitividad, aunque el proceso de reequiblibrar su economía y de desapalancar su sector privado implique «un periodo prolongado de bajo crecimiento».
En un informe sobre la situación y las previsiones en torno a la deuda soberana, Fitch destaca, sin embargo, que, en caso de que sea «necesario o inevitable» un periodo prolongado de deflación y de recesión económica, la previsión fiscal a medio plazo para los países periféricos es «mucho menos desfavorable» de lo que se piensa actualmente.
En este sentido, la agencia recalca que los desequilibrios que existen en la eurozona son «mucho más» que la simple historia de comparar la «supercompetitividad» alemana y «la falta de competitividad crónica» de las denominadas economías periféricas.
«Parte de esta historia está también relacionada con la demanda interna, el crecimiento del crédito y los ‘booms‘ inmobiliarios y de activos, en parte debido a la tasas de interés comunes en toda la eurozona, así como a la política fiscal, añade.
Contagio griego
Por otro lado, apunta que la evolución en los mercados financieros en la primera mitad de 2010 se vio afectada principalmente por la «creciente preocupación» sobre la sostenibilidad fiscal de algunos gobiernos de la zona euro, y considera el deterioro de la situación fiscal y financiera de Grecia como el «catalizador».
Asimismo, subraya que el «contagio» de la crisis griega a la deuda soberana de otros países periféricos como Portugal, España, Irlanda y, en menor medida, Italia, refleja no sólo las preocupaciones del mercado sobre su situación presupuestaria, sino también las «débiles perspectivas económicas» dada la ausencia de una flexibilidad monetaria y la aparición de algunas dudas en el mercado sobre el compromiso político de la eurozona tras el reticente apoyo prestado a Grecia.
En este sentido, Fitch recalca además que la volatilidad en la deuda soberana, así como en otros mercados, se debe una crisis de confianza tanto en la viabilidad de la eurozona a largo plazo como en la solvencia fiscal de algunos países miembros.