Portugal (a la fuerza ahorcan) ha puesto el dedo en la llaga sobre una de las grandes reformas pendientes a realizar en esta crisis: la de las agencias de rating. Parecía que todo iba a quedar diluido con el tiempo, pero el discurrir de los hechos hace inevitable que se revise una y otra vez el modelo. Sin duda, nuestro país vecino habrá cometido muchos errores, pero no es de recibo que con cada documento de las agencias se agrave su situación… y de paso la de España. Ayer; la prima de riesgo volvió a ensancharse más allá de los 220 puntos básicos. Y nuestra Bolsa cayó un 2% por una rebaja en la calificación crediticia de Grecia. Por cierto, los helenos también miran con recelo a estas firmas de rating.
Los mercados son una cuestión de confianza. Si se disparara el apetito inversor por los bonos portugueses, sin duda su crisis sería otra cuestión. Si, por el contrario, aparece un documento degradando la economía vecina, la situación empeora con gravedad y afecta en vena a la economía real. ¿Es aceptable que unos papeles de Standard & Poor´s o Moody´s impacten en la ciudadanía?
Es inevitable replantear el modelo y la fiscalía lusa está actuando de manera lógica, aunque quepa reprocharles que lo hacen ahora por una simple pataleta. Suponiendo que la manera de actuar de las agencias fuera absolutamente ortodoxa (conviene recordar que S&P es filial de McGraw Hill, empresa cotizada, por ejemplo), no es de recibo que tengan esta capacidad de influencia en los mercados con unos informes que aparecen de manera aleatoria o, al menos, no periódica.
Tampoco ha servido en el pasado (lejano y reciente) el papel de guía para inversores que en teoría ejercen, ya que su papel en quiebras sonadas (Enron, Parmalat, Lehman Brothers…) ha sido nefasto, certificando la bancarrota después de que ocurriera, dejando a todos los inversores que tomaron posiciones atrapados. Los operadores que habían comprado lo hicieron, en gran medida, fiándose de los ratings de las agencias.
El modelo es perverso en si mismo, además, ya que el es propio emisor quien paga por sus calificaciones crediticias. Después de unos años de mano abierta, las agencias quieren recuperar prestigio empleando una dureza extrema es decir, como dice el dicho popular, curándose en salud.
Parte de la reforma global de los mercados financieros que es precisa pasa por las agencias. Hay que remodelar su papel. Si continúan como hasta ahora, habrá que exigirles responsabilidad jurídica por cada cosa que dicen. Si no, deberían ser los organismos reguladores quienes emitieran informes sobre emisores. ¿Quién puede decir mejor cómo está en España una caja de ahorros, S&P o el Banco de España?
Habrá que prestar atención a ver si prospera el movimiento de Portugal, porque puede crear tendencia. Muchos serán los que no quieren verse bajo la tiranía de las agencias. La otra parte es, claro, la banca de negocios. Pero esa es otra historia.