Han pasado cuatro años desde que Soraya Rodríguez, portavoz socialista en el Congreso, ofreció un desayuno informativo para exponer su visión sobre la pobreza que sufre el tercer mundo. Fue en 2008, cuando la crisis comenzó a madurar pero aún no había eclosionado. Dedicó su comparecencia a analizar las fatalidades de la miseria y las calamidades sociales. Explicó la necesidad de llevar a cabo políticas para amparar la desgracia. Pero entonces, en época de bonanza y esplendor económico, el horror nos quedaba muy lejos a pesar de que estaba más cerca de lo que pensábamos.
El mundo etéreo, oscuro y voraz de los mercados pisó nuestro suelo y se desencadenó el desastre. Y Soraya, a día de hoy, sigue pensando lo mismo que dijo en aquellas declaraciones: «hay que averiguar las causas y hacer frente a través de la política».
Pero no cualquier política y sobre todo, no el camino que está tomando el Gobierno. Para la líder socialista han sido nueve meses de «engaño». Una trayectoria que se inició con un programa electoral quebrantado y pisoteado porque, según palabras del propio presidente del Ejecutivo, es la «realidad» la que le ha obligado a incumplirlo. Desde las filas socialistas consideran su premisa «cínica» e «irresponsable», además de falsa, porque creen que los ‘populares’ utilizan la crisis para «imponer» su ideología.
El caso es que según Rodríguez, los pasos del Gobierno así lo demuestran. Denuncia el déficit democrático que sufre la política española provocado por la ausencia de comparecencias y por las escasas intervenciones maquilladas con eufemismos y ambigüedades. Se refiere a la «perversión» de las palabras que convierte un rescate en una «asistencia» y unos recortes en «reformas estructurales». Maniobras silenciosas alimentadas, eso sí, por una mayoría absoluta que les permite gobernar en «soledad». Pero no con «arrogancia», como critica Rodríguez, no a través de decretos ley y tampoco esquivando el Congreso de los Diputados, cuna de la democracia y la pluralidad. «Lo hacen porque no tienen un plan establecido y por eso improvisan a golpe de decretazo», asegura Rodríguez.
Pero esa «arrogancia» adquirida, según los socialistas, debido a la dilatada mayoría parlamentaria que poseen los ‘populares’, no justifica la carencia de debate porque provoca la desafección de los ciudadanos hacia las instituciones políticas, y lo más grave, «la pérdida de confianza». Y no sólo la de los ciudadanos, también la de los mercados. Nos hemos acostumbrado a las desorbitadas cifras que día tras día presenta la prima de riesgo española y algo hemos aprendido. A los «hombres de negro», hay que ofrecerles confianza y una simple frase puede aliviar la avidez financiera. Estrategia desechada por Mariano Rajoy, dice Soraya Rodríguez, que ilustra su argumento recordando las palabras del Presidente anunciando que España había solicitado el rescate. «Pulverizó la confianza de cualquier ciudadano y líder europeo cuando dijo que no era un rescate, que era una ayuda, que había sido él el que había presionado y después se fue al fútbol».
Pero el problema no sólo reside en evitar las explicaciones de las medidas adoptadas o ignorar la «desesperanza» de los universitarios, los funcionarios y los maestros. Soraya afirma que el problema son los «recortes» porque, «sólo ajuste» significa «pobreza» y «la pobreza no es el camino para salir de la crisis».
Marina García-Rico