sábado, septiembre 28, 2024
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Menos precios, más incertidumbre

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El indicador adelantado de precios publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE) desciende de nuevo. El INE explica este retroceso por la bajada de los precios de los carburantes (gasoil y gasolina) y los alimentos.

Cabe creer que, descontados los precios del petróleo, la subida de precios será positiva, aunque no muy notable. Aparece, de nuevo, en consecuencia, la sombra de la deflación como síntoma de una nueva ralentización de la actividad económica.

Que bajen los precios no es una buena noticia si revela falta de actividad. Sin duda, la caída de los precios del crudo está ayudando a la economía española, reduciendo sus costes y mejorando la balanza comercial.

No puede ignorarse, sin embargo, que las dudas sobre la banca que atenazaron a los mercados a mitad del pasado mes guardan relación con la caída de las rentas petrolíferas y la posible morosidad de empresas del mercado energético.

Tampoco la caída de los precios de los alimentos será una buena noticia si viene a confirmar, una vez más, la caída de la renta agraria y del valor de su producción.

Dos factores que vienen a confirmar que el repunte de la actividad económica del segundo semestre del año pasado no estaba tan afianzado como se creía, incluso por los responsables gubernamentales. Una actividad leve con altas tasas de empleo, e inversiones paralizadas en el actual contexto político, no es un escenario que genere confianza.

La contabilidad trimestral presentada por el propio INE ya anunciaba para el último trimestre del año una cierta desaceleración. El fantasma de la deflación, como expresión de retroceso económico, vuelve a aparecer ante la economía española y europea. Son varios los países de la eurozona que anuncian tasas negativas de precios.

Una situación que no es fácil de explicar. El Banco Central Europeo no deja de inyectar dinero para estimular el crédito; sin embargo los bancos sostienen su negocio en las comisiones, en un momento en que el tradicional negocio bancario no ofrece rendimientos.

Por otra parte, si se mantuviera el crecimiento del PIB español en el 3,2% de finales de año, cabría esperar cierto repunte de precios, por mucho que la contención salarial y de gastos primen en las empresas españolas.

Si el INE confirma este dato el próximo 11 de marzo, el IPC sumaría siete meses consecutivos sin lograr ninguna tasa positiva. Es cierto que es determinante la reducción del precio del petróleo. 

Lo es, también, que en un contexto en que el dinero no vale nada (tipos de interés negativos) y la energía reduce los costes de producción, la atonía de la demanda es un notable freno a la economía española. La austeridad excesiva y la actividad sin creación de empleo pueden haber roto los mecanismos de la actividad económica. Vuelve, sin duda, la incertidumbre.

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