La baja rentabilidad del negocio bancario en Europa ha llegado para quedarse. Al menos eso es lo que esperan los reguladores como consecuencia del entorno de tipos de interés muy bajos, cero o negativos. Para que quede claro: los rendimientos que la banca obtiene de sus fondos propios, fundamentalmente a través de los préstamos, se sitúan por debajo de su coste de capital.
El negocio de la banca minorista se lleva mal con bajos crecimientos económicos, desempleo o bajos tipos de interés. Menos aún con una continua reducción de la demanda de crédito por parte de los consumidores y empresas, cada vez más atrapados en la desconfianza.
A principios de Mayo, el Banco de España hizo público su informe de estabilidad financiera, que señala que en 2015 los resultados del negocio bancario supusieron un 12,8% menos que en el año anterior. Los resultados del primer trimestre de 2016 que se han ido desgranando estos días muestran la misma tendencia hacia la atonía.
El Banco de España ha anunciado una “revisión de los modelos de negocio» de los bancos más relevantes. Según los expertos, esta expresión, algo críptica, tiene dos significados: por un lado pretende advertir a la banca de que no experimente, de nuevo, con productos de alto riesgo y, más allá, el regulador quiere evaluar el exceso de capacidad del sector.
En el primer caso, la supervisión europea está estudiando aumentar los requerimientos de capital para los llamados productos “estructurados” (una parte son depósitos y otra inversión en fondos), lo que ha provocado el enfado escrito de Santander y BBVA y de una larga lista de entidades europeas. En el segundo, todo parece indicar que se inicia una nueva serie de fusiones.
La banca española es de las más saneadas de Europa, pero no la más capitalizada. Por ello, el regulador europeo no deja de instar a las entidades a emitir títulos de deuda que puedan incorporarse a su capital. Pero muchas instituciones no podrán acudir a esos mercados, por lo que necesitarán formar parte de entidades mayores.
Menos sucursales y empleados
Las terapias de adelgazamiento no serán suficientes para mejorar los márgenes y mejorar la capitalización vía beneficios. Está previsto que dentro de tres años se hayan reducido en más de tres mil las sucursales bancarias y se hayan reducido las plantillas en 15.000 trabajadores. Pero esa estrategia no genera margen suficiente.
Por tanto, si no se reduce la capacidad instalada, con los actuales estándares de rendimiento, solo queda una alternativa: aumentar los ingresos vía comisiones. Se acabó la fiesta de los servicios gratis. El presidente de la Asociación Española de la Banca, José María Roldán, anunció recientemente que «en la próxima década, el cobro de los servicios prestados será la norma”.
Algunas entidades, Bankia por ejemplo, han visto en esa tendencia una oportunidad. Aún nacionalizada y con poco que perder y un escaso valor de mercado, Bankia de momento renuncia a la política de cobrar comisiones para mantener la tradicional estrategia de captación de clientes. Todos los demás se han pasado a la carrera de cobrar por sus servicios. Ya hay bancos que cobran comisiones por abrir cuentas y todas las entidades abordan análisis sobre qué productos deben generar nuevos ingresos.
El problema al que se enfrentan las entidades tradicionales es que adelgazamientos o ingresos por operativa pueden no ser suficientes ante entidades (fintech) que, basadas en las nuevas tecnologías, han convertido al cliente y a su teléfono móvil en el centro de una operativa mucho más barata y flexible.
La banca, un negocio demasiado grande para quebrar, ya se sabe, ha salido indemne de las crisis anteriores. Ésta, en cuyo origen pueden encontrarse altas dosis de codicia financiera y malas prácticas, tiene pinta de ser bastante disruptiva. Para los mortales usuarios, el asunto se reduce a sufrir dos escenarios igualmente amenazantes: o una cascada de fusiones que amplíen su tamaño y capital o una cascada de comisiones.
Miguel de la Balsa