Lo que haga falta; eso sí, cuando haga falta. Draghi parece tranquilo y eso les encanta a las bolsas que, inmediatamente, suben. Bueno, su tranquilidad y que, para pasmo de los alemanes, ha dicho que “en condiciones extraordinarias” puede ser recomendable el apoyo público a la banca. O sea, accionistas a tranquilizarse.
Todo sigue igual, pero…
No solo es el Brexit, un montón de circunstancias geopolíticas poco previsibles hace unos meses se suman a la incertidumbre económica. Cita Draghi el Brexit, naturalmente, pero no se olvida de las débiles perspectivas de crecimiento de las economías emergentes, los ajustes de una serie de sectores y otras cuestiones como el terrorismo o las secuelas del intento de Golpe en Turquía.
Difícil de evaluar. Así que de momento no cambia nada; se mantienen los tipos cero, la política monetaria y las compras de bonos, aunque si se confirman los malos presagios habrá más política. Sobre todo por las dificultad de los países de la Unión para hacer política (Dragui se refiere al “lento ritmo de implementación de las reformas estructurales”)
En esencia, dos armas parecen estar previstas: mantener las facilidades monetarias y compras de títulos más allá del año que viene y puesto que se acaban los bonos de empresas comprables, casi todas las que podían se han apuntado ya a la barra libre, aparecerán más activos comprables. Y, naturalmente, atender a la banca.
La Banca, ese dolor de cabeza
La rentabilidad de la banca y su necesidad de capital preocupan a los gestores europeos. Dragui, ha reconocido el problema que lastra la rentabilidad es el de la morosidad vinculada a los activos dudosos. Para resolverlo ha pronunciado una enigmática propuesta: “la creación de un mercado funcional de préstamos no rentables”. En el adorable lenguaje de los banqueros centrales, lo que quiere decir es que los gobiernos compren a precio de balance, con subvenciones públicas, los activos tóxicos para liberar las cuentas de resultados de los bancos.
Dicho de otra manera, los vendedores de bonos, los banqueros, los inversores y los ministros de economía bailarán la música que Dragui toque.
Miguel de la Balsa