Las pensiones, su salud en el presente y en el futuro cada vez ocupa una parte mayor del debate público. La dura crisis por la que ha transitado España ha desdibujado la figura de la Seguridad Social hasta hacerlo parecer un sistema en quiebra debido al déficit desbocado. Por ello, la preocupación por el futuro inmediato y a largo plazo, se ha incrementado en España. Según datos del propio CIS, la preocupación por ellas se ha multiplicado por tres desde el 2014, convirtiéndose en el séptimo problema que más preocupa a los españoles.
La preocupación ha llegado a los hogares españoles por dos razones y a dos niveles: En el corto plazo, por el agotamiento de la hucha de pensiones y en el largo plazo, por razones demográficas que parecen insalvables. Ante la conjunción de ambas, se ha generado un debate político y económico que en ocasiones ha llevado a la confusión a los menos relacionados con ambos campos.
La realidad de las pensiones es que su situación no es buena. No lo es en el corto plazo, debido a que en cinco años ha generado un agujero de 50.000 millones. Una cifra que va a ampliarse a una media de cerca de 15.000 millones por año, según estima el propio Gobierno, al menos durante los próximos años.
En el largo plazo, porque el factor demográfico va a limar el número de pensionistas por persona afiliada a la seguridad social por dos vías: en primer lugar, gracias a la esperanza de vida. Por el otro lado, porque el número de nacimientos se ha reducido de forma notable.
Por todo ello, parece tocado pero no está hundido. En realidad, pese a los problemas que aqueja el sistema sobrevivirá, aunque no como se conoce actualmente. Los pensionistas pueden estar tranquilos porque en los próximos años recibirán su pensión, pero el sistema sufrirá una serie de reformas. Las más importantes y más necesarias son a corto plazo.
Los partidos políticos se apresuran a convocar el denominado Pacto de Toledo, para sentar las bases de las reformas del sistema. La reunión en principio abordará los problemas más acuciantes que es el desfase entre ingresos y gastos en la Seguridad Social. Las alternativas que están encima de la mesa son las siguientes: buscar ingresos alternativos para rellenar ese déficit, sacar del sistema las de orfandad y viudedad o financiarlo a través de deuda.
Un agujero demasiado grande para impuestos
Los principales partidos políticos coinciden en que la mejor manera para acabar con el déficit es aumentar los ingresos. El PSOE se ha mostrado a favor de crear un impuesto, subir algunos otros e incluso establecer una ‘tasa solidaria’ a los ya establecidos. Podemos coincide con el PSOE en el fondo de utilizar los impuestos para subsanar el déficit. El Partido Popular y Ciudadanos son más escuetos al respecto y habrá que esperar al Pacto de Toledo para conocer todos los detalles.
La posibilidad de financiar un agujero de 18.000 -aunque se vaya reduciendo a medida que crezca la afiliación- solo a través de subir impuestos es un trabajo titánico, por dos motivos: El primero, es que es una cantidad enorme, equivalente a lo que se recauda por especiales o sociedades. El segundo, porque los incrementos tributarios que se prevén –especiales y verdes- están enfocados a reducir el déficit presupuestario y no a tapar el agujero de las pensiones.
Las favoritas tienen sus trampas
La segunda alternativa, que las pensiones de viudedad y orfandad pasen a depender de los presupuestos eliminaría de facto el déficit de la Seguridad Social –en 2016 supondrán cerca de 21.000 millones-. La medida figura entre las favoritas que estarán presentes en el Pacto de Toledo.
La posibilidad de que dichas pensiones pasen a convertirse en no contributivas, esto es que dependan de los presupuestos, genera al menos tres problemas: En primer lugar, para ser beneficiario se debe acreditar una insuficiencia de recursos. En segundo lugar, que la cuantía pasaría a ser uniforme para garantizar un mínimo de subsistencia. Por último, habría que sacar dicha cantidad de los impuestos o de reducir gasto de otras figuras.
La última alternativa, sufragar el desfase a través de los mercados –como deuda- parece la más factible por el momento. Lo es porque la cantidad no es disparatada, se tratarían de 15.000 millones frente a los 250.000 millones que España financia al año. Y porque los intereses exigidos están en mínimos históricos.
De hecho, en cierta manera esto ya se hace. Cuando el Estado retira dinero de la denominada ‘hucha de las pensiones’ sube su deuda neta, ya que es un activo financiero propio. Aunque con una trampa, ya que dicho fondo está invertido –en su gran mayoría- en deuda española por lo que crecía de un lado se reducía por el otro. Esta última alternativa, tiene como problemas que está vez si subirá la deuda neta y por otro que si hay tensiones en los mercados la financiación se puede complicar.
Por tanto, en el corto plazo las pensiones están garantizadas aunque continúe el déficit y se agote la denominada ‘hucha de las pensiones’. Aunque con distintos ‘peros’ en función de la alternativa que se elija. O bien, mayor carga tributaria para los ciudadanos. O bien, reducir la solidaridad con viudas y huérfanos. O bien, imponer mayor carga tributaria a generaciones futuras con más deuda.
Pedro Ruiz