miércoles, septiembre 25, 2024
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No han sido las grandes ciudades las que más han sufrido la crisis

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Las seis ciudades españolas de más de 500.000 habitantes –Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Valencia y Zaragoza– durante el periodo de crisis de 2006-2015, con un gasto de 1.388 euros por habitante, superan significativamente el gasto medio de las ciudades del estrato de población inferior (de 100.000 a 500.000 habitantes) –921 euros–, que incluso gastan menos que los municipios por debajo de los 100.000 habitantes –975 euros–.

Las ciudades intermedias son por lo tanto las que más han sufrido frente al discurso más victimista de los grandes municipios.

Esta es una de las conclusiones del estudio sobre “la hacienda de las grandes ciudades españolas”, publicado en Papeles de Economía y firmado por Miguel Vázquez Taín de la Universidad de Santiago de Compostela, del que FUNCAS dio cuenta el pasado mes de Enero..

Estos datos coinciden con las quejas municipales, expresadas por el presidente de la Federación Española de Municipios y provincias (FEMP), Abel Caballero, sobre la falta de respuesta del ministro de Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro a las demandas de la Federación sobre la reinversión del superávit de los municipios y provincias españoles.

Los ediles solicitan que se les deje reinvertir el ahorro que, según el supera los 30.000 millones de euros si a los valores alcanzados desde 2012 se suman los resultados previstos para este años.

La regla de gasto

Las consecuencias que sobre la evolución reciente de estas entidades ha tenido la obligación de cumplir con los principios de estabilidad presupuestaria, sostenibilidad financiera y la regla del gasto, que se impusieron a partir de 2013, es desigual.

En los grandes ciudades citadas , el ahorro bruto cae hasta 2010 para recuperarse, a partir de la aplicación de la regla de gasto, hasta crecer en 2015 hasta un 40%. Una recuperación basada, fundamentalmente, no solo en el funcionamiento de los ingresos locales sino, fundamentalmente, en que los Ayuntamientos de estas ciudades, simplemente, redujeron su inversión. Según el texto citado, por ejemplo en el Ayuntamiento de Madrid, el ahorro llegó a multiplicar por seis el gasto de capital.

Las grandes ciudades han recuperado su posición de solvencia anterior a la crisis mientras cae para le resto de los Ayuntamientos. Como consecuencia, no son las grandes ciudades las que sufrieron, ya que aumentaron su capacidad de financiación en ocho puntos más que las ciudades intermedias.

Las grandes ciudades con mayores recursos

Esa capacidad de gasto de las grandes ciudades se financia con una mayor recaudación por impuestos y, sobre todo, con los ingresos derivados de la participación en tributos del Estado que les otorga el modelo de financiación vigente.

Este discrimina de manera muy positiva a las grandes ciudades, que duplican los ingresos per cápita del resto de ciudades que participan de su mismo sistema de financiación.

Estas diferencias tienen su origen en las cuantías que dentro del modelo reciben por el Fondo Complementario de Financiación, que perpetuó el tratamiento desigual del anterior sistema de financiación, con diferencias importantes que no guardan correlación con el tamaño de la población, incluso entre las grandes ciudades, lo cual tiene una difícil justificación.

Aunque se identifican unas pautas comunes en la operativa económico-financiera de las grandes ciudades, diferenciales respecto de las del resto de ciudades, existen importantes diferencias fiscales entre ellas mismas, tanto en lo que a la estructura como a la evolución de sus ingresos y gastos se refiere. Diferencias estas que no se correlacionan directamente con el tamaño de las ciudades.

La caída de inversión el gran efecto de la crisis

La crisis ha provocado un ajuste local basado en los gastos de inversión. Al final del periodo de crisis las inversiones son una tercera parte de lo que fueron en el periodo anterior.

El comportamiento de los Ayuntamientos ha sido bastante parecido en este terreno en todos los ayuntamientos, reduciéndose en un diez por ciento anual. Debe decirse que las reducciones de inversión en Madrid, Málaga y Sevilla fueron mayores que en otras grandes ciudades, y muy parecidas a las de municipios de menor población.

Miguel de la Balsa

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