miércoles, septiembre 25, 2024
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Las guerras comerciales sí hacen daño

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El presidente estadounidense hizo la semana pasada el anuncio de que tiene la intención de imponer un arancel del 25% sobre el acero y el 10% sobre el aluminio, en un intento de proteger la industria estadounidense.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dijo que La Unión estaba preparado para responder con contundencia al apuntar a las importaciones estadounidenses, como las motocicletas Harley-Davidson, los jeans Levi's y el whisky Kentucky.

El sábado, Trump respondió con un estilo típico, escribiendo en Twitter: «Si la UE quiere aumentar sus aranceles y barreras ya masivas y las barreras a las empresas estadounidenses que hacen negocios allí, simplemente aplicaremos un arancel sobre sus automóviles. Impiden que nuestros autos (y más) vendan allí. ¡Gran desequilibrio comercial! «

“Donald Trump es beligerantemente ignorante sobre economía” afirman en la academia económica de Estados Unidos, empezando por el Nobel Krugman. Así que la afirmación “las guerras comerciales son buenas” no tiene mucho crédito ni en sectores económicos ni en el campo científico.

Como se aprende en cualquier escuela de economía básica, o en la propia experiencia, el comercio no es un juego de suma cero: aumenta la productividad y la riqueza de la economía mundial.

Es cierto, afirma entre otros Krugman, que el comercio puede ser un problema cuando la economía está deprimida y el desempleo es alto. En Estados Unidos, sin embargo, ha retrocedido en Estados Unidos hasta el 4%.

Estados Unidos, que representa el 9 por ciento de las exportaciones mundiales y el 14 por ciento de las importaciones mundiales, no es una superpotencia comercial y no esta claro que la apertura de un ciclo de represalias, como el que por ejemplo ha anunciado la Unión Europa, podría perjudicar al propio Trump.

Las tendencias que abren las declaraciones de Trump no son nuevas respecto a lo que viene diciendo desde su nombramiento.

1.- EL final del mutilateralismo

Trump ordenó, nada más ser elegido, abandonar las negociaciones del Acuerdo Transpacífico (TTP) y anunció una inmediata renegociación del NAFTA. Luego expresó sus reservas sobre el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) con la Unión Europea.

Las explicaciones sociológicas vinculan el rechazo al libre comercio al declive de la clase media. El rechazo al comercio, y la escalada tarifaria de Trump puede dejar el comercio internacional de Asia y el Pacífico en  en manos China. En cuanto al  NAFTA (acuerdo comercial América del Norte) da la impresión de que se convertirá eb un largo conflicto político con México y Canadá.

Según Trump China, Japón y Alemania  “engañan” a EEUU – una guerra monetaria estaría en el origen de este engaño-. Pero la sobrevaloración del euro, por ejemplo, no puede atribuirse al comercio alemán, necesariamente, y  la supresión de acuerdos comerciales no sería la solución para la política monetaria china, por ejemplo.

A lo que lleva la discriminación de los países, según el déficit comercial norteamericano, es al bilateralismo: lo que es un retroceso histórica y niega uno de los valores de los acuerdos multilaterales: la posibilidad de crear valor de forma multinacional, lo que permite beneficiar a casi todo el mundo de algún modo.

La relocalización industrial

Trump ha insistido, incluido un notable regalo fiscal, en la repatriación de inversiones norteamericanas. La robotización puede permitir la relocalización de algunas industria fugadas de Estados Unidos, pero devolverá los viejos empleos. El carbón, el acero, el vehículo histórico difícilmente volverán, por mucho que Trump insista.

El proteccionismo arancelario-fiscal

Trump utiliza aranceles e impuestos para proteger el mercado estadounidense. El gran argumento norteamericano es que el IVA es un subsidio a la exportación, pero eso es simplemente falso: el IVA es tan sólo un impuesto sobre las ventas, sin sesgo competitivo.

En Europa las empresas que importan y las que compran localmente están sujetas al mismo IVA; y cuando venden en el exterior o a otro país de la Unión Europea no pagan IVA, pero tampoco las empresas estadounidenses (su Sales Tax se deduce también de las exportaciones).

Miguel de la Balsa

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