Dinamarca está guerreando por un proyecto que llaman verde – otros se refieren a él como greenwashing – de más de 2.700 millones de euros.
Estamos hablando de una isla artificial. Lynetteholm, destinada a proteger a los daneses de las inundaciones que vengan como consecuencia del cambio climático y destensar el mercado inmobiliario proporcionando más viviendas asequibles a los copenhaguenses.
Salvar 35.000 personas es el objetivo de un proyecto de casi 3 millones de kilómetros cuadrados, más o menos, unos 370 campos de fútbol que harán necesarias unas 80 millones de toneladas de sustrato para levantarla.
La construcción de la isla, que comenzó hará cosa de un año, debería estar terminada para 2035, pero no se completará hasta 2070. Y esto si las cosas van según lo planeado.
Si bien se presenta como «una forma de salvar Copenhague» y crear una «forma de vida más amigable con el clima», no hay evidencia de que Lynetteholm ayude a lograr ninguno de esos objetivos.
Denuncias de todos
El proyecto, de 20.000 millones de coronas danesas, ha provocado una reacción violenta de ONG, expertos legales, políticos locales e incluso la vecina Suecia: argumentan que corre el riesgo de dañar, en lugar de beneficiar, el medio ambiente local y las ambiciones climáticas del país.
Pese a la perspectiva ecologista del proyecto, que ha sido aprobado en el parlamento danés por 85 votos a favor frente a 12 en contra, hay asociaciones ecologistas que no lo ven con buenos ojos. Una de ellas es Coalition Clean Baltic, que agrupa a 23 organizaciones no gubernamentales de once países del Báltico.
Pese a todo, el plan, por ahora, sigue adelante, y la construcción se encuentra ya dando sus primeros pasos.
En menos de 50 años, en 2070, estará completamente terminada, dando lugar a un hito constructivo en el ámbito de la crisis climática y trazando un nuevo perfil para la ya de por sí muy original ciudad de Copenhague, que solo en los últimos años ha saltado a los titulares por soluciones tan creativas como la incineradora de basura que es una pista de esquí y las viviendas multigeneracionales que evitan la soledad de la tercera edad.