Hace casi dos años que el precio de la luz sube de manera continuada, y en el último año la situación se ha vuelto especialmente grave. El precio medio del kilovatio hora suele estar en torno a los 140 euros, pero en agosto de 2022 llegó a marcar un máximo histórico de 500 euros.
El aumento de la demanda energética por parte de los consumidores, el incremento del coste de las emisiones de CO2 que deben pagar las empresas, y la subida del precio de gas a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, son las principales razones que explican lo que está ocurriendo.
Los consumidores que están dentro del mercado regulado son los más afectados, ya que para ellos el precio del kWh es diferente a cada hora. Son los primeros que notan la subida del precio de la energía.
Los clientes del mercado libre también tienen que lidiar con las fluctuaciones en el precio de la luz, pero pueden acceder a tarifas con diferentes tramos horarios, e incluso fijas. Aunque para estos consumidores el precio de la energía es un poco menos preocupante, también es un problema, y no está de más buscar soluciones para intentar ahorrar en el consumo energético en el hogar.
Pasarse al mercado libre
El mercado regulado ofrece el Precio Voluntario al Pequeño Consumidor o PVPC, una tarifa supervisada por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, en la que el precio de la luz varía cada hora hacia arriba o hacia abajo en función de la oferta y la demanda.
En el mercado libre son las comercializadoras de referencia las que fijan el precio de la luz, y suelen ofrecer tarifas especiales. Para aquellos consumidores que no realizan la mayor parte de su consumo energético en horas valle (de 00:00 a las 8:00 horas entre semana y las 24 horas los días festivos y los fines de semana), puede resultar más económico escoger una tarifa estable del mercado libre.
A pesar de ello, hay que tener en cuenta que para acceder al bono social de la luz es imprescindible estar dentro del mercado regulado. Así que esta podría ser la mejor alternativa para los consumidores vulnerables que cumplen los requisitos para acceder a él.
Escoger electrodomésticos de clasificación energética A+ o superior
La etiqueta energética que incorporan los electrodomésticos informa sobre el consumo de electricidad que estos llevan a cabo cuando están enchufados.
Los electrodomésticos con etiqueta A+ o superior suelen ser más caros, pero conviene invertir en ellos, porque el importe que se paga de más se recupera rápidamente con lo que se ahorra en la factura de la luz.
El frigorífico es responsable de hasta el 30% del consumo energético en un hogar medio, lo que hace especialmente importante escoger un modelo que gaste lo menos posible. Y lo mismo ocurre con los aparatos de climatización. Si se trata de electrodomésticos o dispositivos que van a estar funcionando durante horas, merece la pena pagar un poco más por aparatos que tengan una alta clasificación energética.
Acabar con el consumo silencioso
Con este nombre se conoce a ese consumo eléctrico que se produce en todos los hogares y del que los consumidores no son conscientes. Por ejemplo, un televisor que al apagarse se queda en stand by, o el reloj del microondas.
Con tan solo desenchufar aquellos dispositivos eléctricos que no están en uso y que tienen algún tipo de luz, se puede ahorrar hasta un 10% en cada factura eléctrica.
Escoger la temperatura de climatización adecuada
La climatización es otra de las grandes responsables del exceso de consumo energético en los hogares. Subir mucho la calefacción durante el invierno, o poner el aire acondicionado a una temperatura muy baja en verano, contribuyen a incrementar el gasto de luz.
Lo recomendable es que la casa esté entre 19º y 21º en invierno y entre 24º y 26º en verano. La temperatura interior tiene que ser confortable, y fácil de llevar si se combina la climatización con la ropa adecuada.
Poner la calefacción tan alta en invierno como para que sea posible ir en manga corta por casa, no solo dispara el consumo energético de la vivienda, sino que causa un importante daño al medio ambiente.
Cambiar las bombillas
Una lámpara halógena consume hasta 10 veces más electricidad que una bombilla LED. El precio de partida de la iluminación LED es algo más caro, pero lo pagado de más se compensa rápidamente con lo que se ahorra en la factura de la electricidad. Además, las bombillas LED tienen una vida útil notablemente más larga que otras, por lo que no es necesario reponerlas con tanta frecuencia.
Reducir el tiempo en la ducha
La ducha implica un gasto en agua y también en electricidad, porque cada vez que se abre el grifo del agua caliente se pone en marcha la caldera, o se fuerza al termo a tener que trabajar de nuevo para volver a calentar el agua.
Con 7 o 10 minutos es más que suficiente para un aseo correcto. Alargar la ducha hasta los 20 minutos puede ser agradable, pero implica pagar varios cientos de euros más cada año en la factura eléctrica.
Un truco para corregir el hábito de pasar demasiado tiempo en la ducha es utilizar un cronómetro para no exceder el tiempo fijado. Además, es recomendable cortar el agua mientras se está aplicando jabón.
Lavar en frío
La lavadora y el lavavajillas consumen más cuanto más tienen que calentar el agua. Estos electrodomésticos no tienen toma de agua caliente, así que se cargan con agua fría y utilizan la electricidad para calentarla.
Una buena forma de ahorrar es hacer lavados en frío. Hoy en día es fácil encontrar detergentes que son muy efectivos a la hora de acabar con la suciedad en agua fría. Por otro lado, los tejidos se estropean menos cuando no son sometidos a altas temperaturas, de modo que el ahorro puede ser doble.
Mejorar el aislamiento de la vivienda
Una vivienda mal aislada da lugar a la fuga de la climatización y permite la entrada de la temperatura exterior dentro de la vivienda, lo que obliga a hacer ajustes en el termostato por encima de lo recomendable.
Para que esto no ocurra, es importante identificar las fugas de aire, que suelen estar en puertas y ventanas, y actuar sobre ellas. Por ejemplo, cambiando las ventanas, o instalando burlete.
Apagar las luces
Algo tan sencillo como apagar las luces cada vez que una estancia se queda vacía, puede ahorrar varios cientos de euros anualmente. Para lograrlo hay que interiorizar la necesidad de pulsar el interruptor al abandonar la habitación.
También hay que olvidar el viejo bulo que señala que cuesta más encender y apagar las luces que dejarlas encendidas todo el rato si vas a volver pronto a la habitación. Esto es falso, siempre se ahorra más si la luz se queda apagada cuando no es necesaria.