En economía se utiliza el término «burbuja» para definir un fenómeno en el que el precio de un determinado activo se dispara de manera significativa por encima de su valor intrínseco. Hecho que se produce por una expectativa exagerada de ganancias futuras, que da lugar a una alta demanda especulativa.
Durante la fase de burbuja, los precios de esos activos suben de una manera desproporcionada, lo que los hace todavía más atractivos para la especulación y continúa atrayendo a inversores.
Una de las burbujas económicas más recientes fue la del sector inmobiliario. Su estallido generó una crisis a nivel mundial que fue capaz de llevar a la quiebra a bancos y entidades financieras.
Ahora, muchos especialistas comienzan a hablar de la burbuja de las startups. El interés que despiertan estas empresas de nueva creación mueve miles de millones de euros en inversiones, pero el sector ya ha dado muestras de no ser tan resistente como sería deseable.
La burbuja de las startups
En este caso, el fenómeno se materializa a través de una sobrevaloración generalizada de las empresas emergentes.
Los inversores confían en su rentabilidad, e invierten en ellas de manera desmesurada. Para muchos especialistas, la burbuja cobró fuerza entre 2020 y 2021.
Con la pandemia, muchas startups demostraron estar muy bien adaptadas a un entorno que se había vuelto altamente volátil, y eso despertó el interés de los inversores.
Solo en el primer semestre de 2021, ya se habían invertido 280.000 millones de euros en empresas emergentes a lo largo de todo el mundo.
Los inversores estaban ansiosos por encontrar al próximo «unicornio» (startups cuyo valor supera los mil millones de dólares sin haber llegado a cotizar en bolsa).
En aquel momento, se dieron todas las características que permiten hablar de una burbuja en términos económicos:
- Valoración excesiva. Las empresas obtenían recursos en base a expectativas futuras de rendimiento que no podían asegurar.
- Acceso abundante a capital de riesgo. El número de inversores no paraba de crecer. Con el mundo prácticamente parado por la pandemia, las empresas emergentes eran de las pocas que seguían funcionando y podían dar beneficios.
- Fiebre especulativa. Los inversores prestaban más atención a las expectativas futuras de ganancia que a los fundamentos subyacentes de las empresas en las que estaban poniendo su dinero.
- Escasez de resultados sólidos. Se le daba más importancia al potencial disruptivo del negocio que al hecho de que el mismo tuviera una base financiera sólida que le permitiera crecer.
- Amplia cobertura mediática. Las startups gustan en los medios de comunicación, y todo lo que pasa en ellas genera noticia, lo cual contribuyó en ese momento a atraer a más inversores.
Luces y sombras en el universo startups
Tras dos años de inversiones desaforadas y de crecimiento del fenómeno burbuja, en 2022 el escenario empezó a cambiar.
Con la vuelta a la normalidad tras la pandemia, los inversores centraron su interés en otros activos. A la vez que muchas de esas empresas emergentes no alcanzaron los resultados que se esperaban y acabaron hundiéndose.
Entidades como Softbank y Tiger Global, que a lo largo de 2021 destinaron inversiones millonarias a las startups, experimentaron pérdidas de récord durante 2022.
Softbank perdió 32.000 millones de dólares por inversiones fallidas en empresas emergentes. En el caso de Tiger Global, sus pérdidas están en torno a los 23.000 millones de dólares.
Ambas entidades han decidido apostar por una estrategia de inversión más moderada. No dejan de lado a las empresas emergentes, pero sus responsables han manifestado que su inversión estará muy lejos de las cifras de hace dos años.
Fracasos muy sonados
En 2022, compañías emergentes que habían suscitado mucho interés por parte de los inversores acabaron quebrando, pero este es un fenómeno que ya se había producido antes.
Uno de los primeros casos fue el de Theranos. Esta startup se hizo conocida a nivel mundial, y estaba llamada a revolucionar el campo de la medicina a través de su tecnología de análisis de sangre. Pero se acabó descubriendo que sus afirmaciones eran falsas. En 2018 Theranos tuvo que declararse en quiebra y su fundadora, Elizabeth Holmes, hizo frente a un proceso judicial acusada de fraude.
En 2020, Quibi recaudó millones de dólares y contaba con el apoyo de grandes nombres de la industria del entretenimiento. La startup venía a revolucionar el mundo del contenido streaming, centrándose en contenido de poca duración hecho para ser consumido en los dispositivos móviles. Sin embargo, al público no le interesó tanto como a los inversores, y cerró unos meses después de su lanzamiento.
En el universo startup, como en el panorama empresarial clásico, hay empresas que logran el éxito y otras que se convierten en grandes fracasos. Por eso, los analistas no terminan de ponerse de acuerdo sobre si existe o no una burbuja en lo que respecta a las startups.
Por el momento, parece que el mercado se pude regular solo sin problemas, y que los inversores asumen sus pérdidas sin que esto suponga una quiebra para ellos.
No obstante, si se nota un importante descenso en el interés en poner dinero en empresas emergentes. Solo en España, la caída de la inversión se cifra en un 15% con respecto a 2022 en lo que va de año, y el fenómeno se repite a nivel global.
¿Es la Inteligencia Artificial el nuevo caballo de Troya en la burbuja de las startups?
La Inteligencia Artificial (IA) está despertando un gran interés a nivel mundial. Hay miles de startups trabajando con esta tecnología, y para ellas está resultando más sencillo que para empresas de otros sectores captar financiación.
El último caso destacable es el de la startup francesa Mistral AI, que fue fundada hace un mes y todavía no tiene ningún producto en el mercado. Cuenta únicamente con una página web de escaso contenido y en la que no consta ni el logo de la empresa, pero ya ha conseguido recaudar más de 100 millones de euros de inversión. Esto ha disparado el valor de la marca por encima de los 240 millones de euros.
Para algunos inversores, entrar ahora en Mistral AI es una oportunidad única para obtener rendimiento de un negocio que podría llegar a ser millonario. Para otros, que están aprendiendo a ser más precavidos, es demasiado pronto para confiar en el proyecto.