Tras el comienzo del conflicto bélico entre Israel y Gaza, muchos expertos están advirtiendo de los efectos que podría tener un enfrentamiento a largo plazo, o al que se sumaran otros países, sobre el precio del petróleo.
Esta materia prima continúa siendo una de las más influyentes en la economía a nivel global. Por eso, existe cierto temor a que se produzca una situación similar a la de la crisis del petróleo de 1973.
Este evento, del que se cumplen ahora 50 años, marcó un punto de inflexión en la economía global y en la geopolítica energética.
Antecedentes de la crisis
En las décadas anteriores a la crisis, las principales economías del mundo experimentaron un rápido crecimiento económico que conllevó una gran dependencia del petróleo como principal fuente de energía.
En 1973 se inició la guerra del Yom Kippur, y las naciones árabes productora de petróleo, unidas en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), decidieron utilizar el petróleo como una herramienta de presión política y económica. Demostrando así su malestar con el apoyo que Occidente había prestado a Israel en ese conflicto bélico.
Si hasta 1970 la OPEP se había encargado de asegurar unos precios bajos para el petróleo, a partir del comienzo de esa década los países miembros empezaron a presionar para incrementar los precios.
El embargo de la OPEP
En octubre de 1973, los miembros de la OPEP, con Arabia Saudí a la cabeza, decidieron poner en marcha un embargo sobre el petróleo. Anunciaron entonces un recorte en la producción y un embargo a las naciones que estaban respaldando a Israel.
Con menos petróleo en el mercado, su aumento de precio fue rápido y drástico. El embargo de la OPEP tuvo un impacto inmediato en la economía global, dando lugar a una inflación descontrolada en muchas de las economías occidentales.
La situación se agravó tanto, que algunos países tuvieron que poner en marcha programas de racionamiento de la energía, estableciendo límites a la cantidad de gasolina que se podía repostar, o al consumo que se podía hacer en las calderas domésticas.
La crisis también tuvo importantes implicaciones a nivel político y diplomático. Muchos países reconsideraron su relación con los miembros de la OPEP y se replantearon su política energética.
A partir de ese momento, el petróleo dejó de ser visto como un recursos abundante y asequible y pasó a ser percibido como un recurso limitado y estratégico. Lo que llevó a los países a buscar una mayor diversificación de fuentes de energía.
Un impacto económico sin precedentes
El aumento súbito de los precios del petróleo hizo crecer rápidamente los costes de producción y de transporte de muchos productos y servicios. Como resultado, el precio final que los consumidores tenían que pagar también creció de manera muy veloz, haciendo que la inflación se disparara.
Con menos poder adquisitivo, para muchos consumidores se volvió especialmente complicado llenar el depósito del coche, pero también climatizar su hogar y pagar la factura de la electricidad.
En el caso de las empresas, la subida de precios y el racionamiento del petróleo les llevó a tener que reducir sus operaciones. Limitando sus posibilidades de crecimiento. Algo que acabó dando lugar a numerosos despidos en industrias que dependían en gran medida del petróleo, como la automotriz y la aeroespacial.
La parte positiva es que este fue el punto de partida para promover y avanzar en la investigación de energías alternativas y de eficiencia energética. Gobiernos, empresas y ciudadanos vieron por primera vez los efectos que puede tener la falta de una materia prima como el petróleo, y empezaron a producirse cambios en el uso de la energía.
Las naciones se dieron cuenta de que eran especialmente vulnerables por su dependencia del petróleo importado, y comenzaron a buscar soluciones a largo plazo para garantizar tanto su seguridad energética como la estabilidad económica.
Consecuencias globales de la crisis del petróleo
Más allá de las consecuencias inmediatas en la economía, la crisis del petróleo de 1973 tuvo un impacto duradero a nivel global.
Diversificación de las fuentes de energía
Conscientes de su gran dependencia de los países exportadores de petróleo, las naciones occidentales empezaron a invertir en diversificar sus fuentes de energía.
Esto promovió un mayor enfoque en la energía nuclear y también una transición hacia fuentes de energía más sostenibles como la solar y la eólica.
Mayor eficiencia energética
La crisis generó una mayor conciencia sobre la eficiencia energética de la que derivó el establecimiento de normas más estrictas en lo que se refiere a la eficiencia de vehículos, edificios y electrodomésticos.
Los hogares también empezaron a acostumbrarse a poner en práctica políticas de ahorro energético.
Reevaluación de la política energética
Gobiernos de todo el mundo revisaron sus políticas energéticas y se volvieron más conscientes de lo importante que es garantizar el suministro.
Empezaron entonces a promoverse medidas para reducir la dependencia del petróleo importado y se fomentó la inversión en producción de energía a nivel nacional.
Cambio en las relaciones internacionales
Tras la crisis, las naciones consumidoras de petróleo se esforzaron en asegurar relaciones diplomáticas más estables con los países productores de petróleo.
Pero sin dejar de lado el interés que ya habían empezado a desarrollar en diversificar sus fuentes de energía.
Fortalecimiento de la OPEP
Surgida en la década de 1960, la crisis del petróleo de 1973 fue la primera gran prueba de fuego de esta organización.
A partir de ese momento, la OPEP ganó influencia a nivel mundial y se convirtió en uno de los actores más destacados, por su gran capacidad para influir en la economía global.
La crisis del petróleo no solo fue en evento económico, fue un momento histórico que marcó un antes y un después en la forma en la que el mundo veía y utilizaba la energía. Buena prueba de ello es que, a día de hoy, la preocupación por la eficiencia energética y la búsqueda de fuentes alternativas de energía sigue siendo prioritaria para las naciones. Preocupación que vuelve a estar en boca de todos a raíz del conflicto entre Israel y Gaza.