La nostalgia está más de moda que nunca, y se ha convertido en un negocio especialmente rentable. Ropa vintage, juguetes clásicos, música en formato vinilo… Los artículos que eran de uso común en la década de los 80 y los 90 del siglo pasado, vuelven a ser tendencia, y los precios de los productos pueden dispararse si son originales y están en buen estado de conservación.
El interés hacia el pasado es tan fuerte que, hace algunos años, algunas marcas decidieron recuperar sus logos tradicionales, como Burger King o Renault. Tras esto, se esconde una compleja operación de marketing que pretende llevar la mente del consumidor hacia aquellos años que añora, produciendo una identificación entre este y la marca.
Incluso marcas que habían desaparecido o habían caído en el olvido han resurgido con fuerza. Fila, Amarras, Ellesse o Kappa destacan dentro del sector textil, mientras que Grundig, Telefunken y Blaupunkt lo hacen dentro del campo de la tecnología.
Un fenómeno con una explicación psicológica
El auge de los productos retro no es solo un fenómeno económico. Es una muestra de, hasta qué punto, la psicología humana puede influir en las decisiones de compra de las personas.
La nostalgia evoca recuerdos de épocas pasadas percibidas como más simples o seguras. Esto, en momentos de incertidumbre o cambio como el actual, sirve a modo de consuelo. A través de la adquisición de productos o de revivir experiencias propias del pasado, el ser humano encuentra un consuelo psicológico que le genera una sensación de seguridad.
La búsqueda de productos que ya tienen unas cuantas décadas a sus espaldas, es un fenómeno también vinculado con la construcción de la identidad. Las personas quieren comprar productos que les recuerdan a su infancia o juventud, porque sienten que a través de ellos reconectan con su verdadera esencia.
Cuando existen recuerdos positivos ligados a objetos muy específicos, como un determinado juguete, la compra de esos productos tiene tanto peso emocional que los consumidores se paran a pensar menos en el precio. Para los expertos, esto es lo que explica que ciertos productos de segunda mano que ya no pueden encontrarse originales, tengan ahora precios muy elevados con respecto al que tenían en el momento en el que estaban en el mercado.
Mercados emergentes y tendencias vintage
El impacto de la nostaliga en el cerebro de los consumidores está redefiniendo la forma en la que estos compran.
La creciente demanda de las icónicas chaquetas de cuero de los 80, o los vestidos de los años 60, ha impulsado el nacimiento de pequeños comercios que centran su actividad en la moda vintage.
En un sector como el textil, lleno de grandes marcas, para las pequeños comercios es casi imposible competir en condiciones de igualdad y subsistir. Pero, los establecimientos que han optado por centrarse en la moda vintage, están triunfando en un segmento en el que las grandes marcas y su ropa low cost no pueden hacerles sombra.
El coleccionismo es otro de los movimientos que ha resurgido con el creciente auge de la nostalgia. Las ferias de antigüedades, que hace una década apenas contaban con visitantes, ahora están siempre llenas.
Además, el sector ha abrazado la transformación digital y ya no aboga solo por la presencialidad. Los interesados en adquirir antigüedades y objetos de colección más o menos valiosos, pueden hacerlo desde su teléfono móvil.
Mucho más que una moda pasajera
Hace unos años se consideraba que la vuelta a lo retro no era más que una moda pasajera. Pero el tiempo ha demostrado que esta es una tendencia que ha llegado para quedarse.
De hecho, la pandemia y los acontecimientos económicos y geopolíticos que se han sucedido después, han acrecentado la necesidad de seguridad y de refugiarse en el pasado que tienen los consumidores. Haciendo que la economía de la nostalgia gane cada vez más peso a nivel mundial.
Comprar cosas de segunda mano y con varias décadas de antigüedad ya no es visto como algo extraño. Los hábitos de consumo han cambiado y, ahora, la compra de objetos con historia se ha convertido en una buena forma de expresar la individualidad y de oponerse a la uniformidad que impone la producción masiva de ropa, calzado y todo tipo de productos.
¿Esta tendencia es sostenible a largo plazo?
A medida que crece el interés por lo retro aumentan las dudas en torno a la sostenibilidad de este mercado. Porque el número de productos vintage auténticos está limitado.
Dar una segunda vida a productos es una medida de economía circular que contribuye, a priori, a la sostenibilidad. Sin embargo, algunos expertos manifiestan que este mercado no está exento de desafíos.
Los productos antiguos se deterioran con el paso del tiempo, y es necesario gastar recursos naturales y energía para restaurarlos.
Además, debido a su escasez, estos productos tienen una gran movilidad, y pueden viajar cientos de kilómetros para llegar desde las manos del anterior propietario a las del nuevo.
Todo esto implica una huella ambiental que puede llegar a ser bastante similar a la que genera la producción, distribución y transporte de artículos actuales producidos en masa.
Por otro lado, la creciente demanda de artículos vintage, ha llevado a la producción masiva de productos nuevos que los imitan. Esto plantea dudas sobre hasta dónde puede perdurar la verdadera esencia de lo vintage en un mundo en el que prácticamente cualquier producto se puede copiar y reproducir rápidamente.
¿Cuánto dinero mueve la economía de la nostalgia?
No hay cifras específicas sobre las cantidades de dinero que generan los negocios centrados en productos y experiencias retro a lo largo del mundo. Porque el fenómeno abarca industrias tan diversas como la de la moda, la tecnología y la restauración, entre otras.
Lo que sí ha quedado demostrado es que en los últimos años ha habido un crecimiento significativo de la demanda de productos vintage en determinadas áreas como el sector textil. Y que lo retro sigue ganando adeptos.