En Europa lleva años estudiándose la posibilidad de reducir la semana laboral de los cinco días actuales a un máximo de cuatro, sin que esto afecte al salario de los trabajadores. Reino Unido se suma ahora a los países que están dispuestos a hacer avances en esta materia.
El gobierno laborista dirigido por Starmer quiere que esta sea una de las medidas estrella de su mandato. Sin embargo, no se trataría de trabajar menos tiempo sino de comprimir las 40 horas de trabajo semanales en tan solo cuatro días.
Se ha abierto el debate
La propuesta del nuevo gobierno británico todavía no ha terminado de perfilarse, pero ya ha desatado el debate entre los partidarios de la medida y los que se muestran en contra. De hecho, la ministra de Educación, Jacqui Smith, ha tenido que desmentir que se vaya a obligar a las empresas a adoptar este sistema de semana más breve.
En declaraciones a una emisora de radio, Smith ha señalado que “el trabajo flexible es realmente bueno para la productividad. La semana de cuatro días, tal y como la conozco, aparece en la portada de muchos periódicos hoy en día, pero de lo que en realidad estamos hablando es del tipo de trabajo flexible que permite hacer horas comprimidas. En lugar de trabajar ocho horas al día durante cinco días, podrías trabajar diez horas al día durante cuatro días”.
Lo que se busca con esta medida es que la productividad de las empresas no se vea afectada y, a la vez, los trabajadores puedan conciliar mejor.
Smith ha aclarado que este nuevo sistema no es factible para todas las profesiones, como ocurre con los profesores o los sanitarios, pero que muchos otros trabajadores sí podrían beneficiarse de él.
Desde el Departamento de Empresas y Comercio se ha negado que exista la intención por parte del Gobierno de imponer la semana de cuatro días a las empresas, y que la idea es que los futuros cambios legislativos al respecto sean consultados con las empresas. El Departamento también ha confirmado que presentará más detalles sobre este proyecto en un plazo de tres meses.
Una propuesta diferente al resto
Quienes critican la propuesta la definen como una “oferta envenenada” que pondrá fin a la jornada de ocho horas diarias, que se considera uno de los logros más importantes de la lucha obrera a lo largo de su historia.
Los críticos destacan que el espíritu de la semana de cuatro días que se está estudiando en otros lugares del mundo pasa por reducir el número de horas trabajadas cada semana. Mientras que lo que propone Reino Unidos es trabajar las mismas horas, pero en menos días, lo que puede convertirse en un problema para la conciliación de las familias.
Este mismo sistema ya se ha probado en Bélgica, pero no ha tenido éxito. Pasado un año desde la puesta en marcha de su programa piloto, solo un 0,08 % de los empleados belgas se han animado a pasarse a esta nueva distribución de la jornada. De cada 130 trabajadores con contrato a tiempo completo solo uno participa de la semana laboral de cuatro días. La mayoría argumentan que trabajar 10 horas al día les genera más estrés, más cansancio y reduce todavía más el tiempo que pueden pasar con su familia.
Reducción de jornada en España
En España, algunas empresas han sido pioneras y han optado por reducir la semana laboral de cinco a cuatro días, ajustando el tiempo de trabajo en consecuencia, pero sin rebajar el salario de sus empleados aunque estos trabajen menos tiempo.
Aunque los resultados obtenidos son mayoritariamente positivos, el proyecto piloto a nivel nacional no termina de despegar. Especialmente desde que Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, anunció su intención de reducir la jornada laboral semanal para todos de las 40 horas actuales a 37,5 horas en 2025.
Las negociaciones con sindicatos y asociaciones empresariales con respecto a este tema no han llegado a buen puerto, pero desde el Gobierno confían en que en 2025 la reducción de la jornada laboral en cómputo semanal se convierta en una realidad.
A nivel europeo se siguen intentando hacer avances en esta cuestión y son varios los países que están haciendo pruebas para comprobar cómo responden tanto los trabajadores como los niveles de productividad y los mercados.