La Real Academia Española (RAE) escoge a finales de diciembre la palabra del año, ese término que se ha hecho especialmente popular en los 12 meses anteriores. De cara a este 2024, una de las aspirantes podría ser “turismofobia”.
Este fenómeno que se extiende a nivel mundial y que muestra su rechazo a las consecuencias de la llegada masiva de turistas a las ciudades, se ha convertido en una amenaza para miles de pequeñas empresas que viven del turismo. Según UPTA, Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos, más de 300.000 pequeños negocios vinculados al turismo podrían sufrir las consecuencias si los turistas se sienten agraviados por las medidas que se están tomando y dejan de venir.
Crecen las protestas
España es uno de los principales destinos turísticos del mundo, y este año espera batir un nuevo récord de visitantes extranjeros. Sin embargo, a medida que ha crecido el número de turistas también lo ha hecho el malestar entre quienes viven en los municipios más visitados.
El turismo aporta al Producto Interior Bruto (PIB) entre un 12 % y un 13 % del total, pero la llegada masiva de viajeros de otros países ha empezado a convertirse en un problema para los residentes locales. Porque son ellos quienes tienen que pagar la mejora de servicios como el abastecimiento de agua para que otros puedan disfrutarlos, o sufrir consecuencias como el incremento de los precios del alquiler por la presencia masiva de pisos turísticos en las zonas céntricas.
La turismofobia no es un rechazo social al turista propiamente dicho, sino a la mala planificación que se hace desde los gobiernos y las instituciones a la hora de gestionar la llegada de miles de personas.
El movimiento no es exclusivo de España, pero ha empezado a extenderse por muchas regiones como Canarias, Baleares y Barcelona, donde los vecinos muestran públicamente su descontento con los visitantes, particularmente con los británicos, a los que acusan de comportarse de manera poco cívica.
Uno de los acontecimientos más mediáticos se produjo el pasado mes de julio en Barcelona, cuando un grupo de más de 3.000 manifestantes estuvieron mojando con pistolas de agua a los turistas extranjeros que paseaban por la ciudad. Hecho que fue recogido por la prensa a nivel internacional.
Un riesgo para la economía
Algunos turistas empiezan a mostrar su rechazo a pasar su tiempo de vacaciones en España, e incluso en los diarios británicos se aconseja no visitar determinadas ciudades españolas por las protestas que se están produciendo.
Esto puede convertirse en un importante problema para los pequeños negocios que viven del turismo. Desde UPTA, instan a las Administraciones a que tomen decisiones que permitan un turismo controlado, abundante y de calidad.
Abogan por cuidar una de las actividades económicas más importantes del país, mejorando la calidad de los servicios ofrecidos y, a la vez, el bienestar de quienes residen en las ciudades que atraen más visitantes.
Según Eduardo Abad, presidente de UPTA, “estamos matando a la gallina de los huevos de oro. España es un país privilegiado para el turismo. La principal fuente de riqueza del país debe ser considerada prioritaria desde el punto de vista legislativo, y las administraciones locales no pueden seguir de perfil ante el encarecimiento desmesurado de la vivienda. Actualmente, cada una de las Administraciones está haciendo lo que cree conveniente en cada momento, cometiendo el error de no acercar posturas que mejoran la situación de la convivencia del turismo y de las personas residentes, esta situación solo nos puede conducir a morir de éxito”.
Por su parte, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por su siglas en inglés) pide a las autoridades locales que impliquen a los residentes para garantizar la convivencia con los turistas y que no se pierda la gran aportación que el turismo hace al PIB. La entidad también ha mostrado su rechazo a las acciones llevadas a cabo directamente contra los turistas en algunas de las protestas de las últimas semanas.
WTTC apoya la regularización del mercado de las viviendas turísticas para destensionar algunas zonas, así como la implantación de tasas turísticas más elevadas y cuya recaudación se destine íntegramente a la mejora de las infraestructuras y el patrimonio de los destinos turísticos.
Jordi Hereu, ministro de Turismo, ha expresado la necesidad de buscar el equilibrio. “Debemos escuchar las demandas, vengan de donde vengan, porque sin ciudadanos no hay destinos turísticos”.