La tasa de inflación armonizada se mantuvo en febrero sin cambios con respecto a enero, en un 2,9 %. En comparación con los cambios operados en la zona euro, la situación de España ha empeorado seis décimas.
Los datos de Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, ponen de relieve que en comparativa interanual el descenso de la inflación en la eurozona ha sido de tres décimas, puesto que en febrero de este año ha sido de un 2,3 % y en el mismo período del año pasado fue del 2,6 %.
Contexto general de la inflación en Europa
Según los últimos datos publicados por Eurostat, la inflación interanual armonizada en la zona euro se moderó hasta el 2,3 % en febrero, dos décimas menos que el 2,5 % registrado en enero.
Este leve retroceso rompe la racha de cuatro meses consecutivos de incremento en los precios y ha sido recibido como una señal positiva por los analistas del BCE, que mantienen su objetivo del 2 % como meta de estabilidad de precios.
La desaceleración de la inflación general se ha visto favorecida por una menor presión en los precios de la energía, que aumentaron solo un 0,2 % interanual, muy por debajo del 1,9 % registrado en enero. También contribuyó la contención en los bienes industriales no energéticos y los servicios, que crecieron un 0,6 % y un 3,7 % respectivamente. Por su parte, los alimentos frescos repuntaron un 3 %, más del doble que en enero.
La inflación subyacente —que excluye los elementos más volátiles como alimentos frescos y energía— se mantuvo sin cambios en el 2,6 %, lo que indica que las presiones estructurales en los precios persisten.
En palabras de Christine Lagarde, presidenta del BCE: «los datos muestran que avanzamos en la dirección correcta, pero no podemos declarar victoria. Persisten factores subyacentes que debemos seguir monitorizando con atención».
Evolución de la inflación en España
El Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) se situó en el 2,9 % interanual en febrero, igualando la cifra registrada en enero. Esta estabilidad contrasta con la moderación observada en la media europea y amplía la brecha con el resto de socios de la eurozona hasta seis décimas.
En enero, la diferencia era de cuatro décimas, lo que evidencia un ligero deterioro relativo de la posición inflacionaria española.
El mantenimiento de esta tasa se explica principalmente por el comportamiento de los componentes más volátiles, como la energía, que experimentó un fuerte encarecimiento.
El aumento de los precios de la electricidad, que registró una subida interanual del 28 %, ha sido el principal impulsor de la inflación en febrero. Este encarecimiento se debe a una combinación de factores: condiciones climatológicas adversas que redujeron la generación hidroeléctrica, tensiones en los mercados internacionales del gas natural y una mayor demanda energética por las bajas temperaturas registradas a principios de año.
Por otro lado, el precio de los alimentos frescos se ha mantenido al alza, presionado por los efectos de la sequía acumulada en 2024 y el encarecimiento de los fertilizantes y piensos, lo que ha repercutido directamente en el coste de productos básicos como frutas, hortalizas y carne.
Comparativa por países en la Unión Europea
A pesar de la moderación general de la inflación, existen marcadas diferencias entre los países miembros de la UE. En febrero, Francia registró una tasa del 0,9 %, siendo el país con menor inflación del bloque, seguida de Irlanda (1,4 %) y Finlandia (1,5 %). Estas cifras reflejan el efecto que han tenido la aplicación de políticas energéticas más diversificadas y los subsidios estatales, que se han encargado de contener los precios.
Por el contrario, Hungría lideró el ranking con una inflación del 5,7 %, seguida de Rumanía (5,2 %) y Estonia (5,1 %), evidenciando los efectos de mercados energéticos más dependientes de fuentes externas y con menor capacidad de contención de precios.
Alemania, por su parte, registró una inflación del 2,4 %, ligeramente por encima del promedio.
España, con un 2,9 %, se mantiene por encima de la media de la zona euro, pero aún lejos de los extremos observados en Europa del Este.
Esta diversidad de situaciones plantea desafíos adicionales para la política monetaria común del BCE, que debe equilibrar la estabilidad de precios en contextos nacionales muy diferentes. Por eso, desde el máximo órgano bancario de la Unión Europea han destacado en más de una ocasión la necesidad de avanzar paso a paso y teniendo presentes los datos reales a la hora de tomar decisiones sobre los ajustes en los tipos de interés.