La cámara apenas podía seguir un reflejo amarillo chillón sobre el parqué más famoso del mundo. Era 28 de febrero de 2013 y el Madison Square Garden asistía a una exhibición electrizante de una joven promesa. Un desconocido Stephen Curry liquidaba a los Knicks con 54 puntos armado con unas Nike Zoom Hyperfuse. Dos años y pocos meses después, el mismo Curry, ahora casi venerado, levantaba su primer MVP (‘Most Valuable Player’, pronto le darán el segundo consecutivo) con su propia línea de zapatillas de la marca Under Armour.
En Curry apenas ha habido término medio entre el anonimato y la divinización. El paso de ser un buen jugador, sospechoso por su físico, a un número uno en ventas ha sido fugaz. El pistoletazo fue aquel 28 de febrero. El 6 de mayo de 2015 recibía su primer premio como MVP de la NBA y el 3 de marzo de 2016 el analista de Morgan Stanley, Jay Sole, cifró el valor potencial de Curry en 14.000 millones de dólares. Ahora, la firma de inversión está detrás de él y de su equipo los Golde State Warriors.
Ese pequeño lapso de tiempo ha dado lugar a uno de los mayores negocios de la historia. La manera en que Nike perdió los derechos de Curry se ha convertido en una de las historias más lamentables en el mundo de los negocios.
Desde sus inicios en las canchas de Akron, Curry siempre ha lucido la marca Nike en sus zapatillas. Armado con unas Air Jordan 9 (marca adherida a Nike), uno de los modelos más usados en el mundo del baloncesto, con apenas 12 años, ya abusaba de sus rivales en el pequeño equipo de Queensway. “Anotaba 40 puntos o 50 puntos por partido sin problemas”, explica James Lackey, el profesor de historia que entrenó a este equipo en la temporada 2001-02.
Para Curry no había otra marca que no fuera Nike, en parte gracias a que su padrino, Greg Brink, era un trabajador de la firma. Así fue durante su etapa en Queensway, en el instituto Christian Charlotte, en los Wildcats (Universidad de Davidson) o sus primeras temporadas en la NBA. Todo cambió en la temporada 2013/2014.
El actual MVP había pasado de promediar 14 puntos en la temporada 2011/12 a promediar más de 20 en la 2012/2013. El jugador se sentía ya en la élite de la liga y esperaba que sus contratos publicitarios respondieran a ese estatus. La respuesta de Nike quedó muy lejos de ello. El verano de esa misma temporada, el último en su ‘anonimato’, Curry intentó reunirse en repetidas ocasiones con directivos de la marca para cerrar un nuevo contrato.
Largas, cambios de nombres y desidia
El mejor resumen sobre la larga negociación entre ambos la dio su padre, Dell Curry: “No lo respetaban”. Tras varias negativas o largas, la reunión al final se celebró en agosto de 2013 en uno de los pisos del Oakland Marriott, a escasos metros del pabellón de su equipo. El primer desplante hacia el jugador de los Warriors fue la espantada de Lynn Merritt, el célebre representante de la firma. En su lugar, acudió Nico Harrison, director de mercadotecnia en aquel momento. El hecho de que fuera Harrison y no Merritt remarcó la idea para el jugador de que esa reunión no era algo principal para la marca.
La reunión avanzó con tintes surrealistas. Uno de los ejecutivos que acompañaban a Merritt se equivocó una y otra vez al nombrar a Curry. “Lo llamaba Sthep On en vez de Sthephen, lo que me sorprendió no fue que se equivocará la primera vez, sino que no le corrigieron”, explicó Dell a ESPN. Por si fuera poco, en las diapositivas presentadas por la firma aparecía el nombre de Kevint Durant, en vez del suyo.
La desafortunada reunión certificó a Curry que no solo no representaba una prioridad para la firma, sino que ni siquiera estaba en un segundo plano. Nike tiene contratados hasta al 74% de los jugadores que juegan en la NBA, y su negocio pivota sobre dos ejes: el primero, es el trío que forman Durant, Kobe y Lebron. En segundo lugar, las jóvenes promesas que llegan a la NBA. El último ejemplo es el abismal contrato firmado con el canadiense Andrew Wiggins.
Curry imaginaba que podría asentarse en ese segundo escalón, pero la idea comenzó a tambalearse después de que la firma no le ofreciera un campus para jóvenes. Nike prefirió a dos ‘número uno’ del ‘draft’ como eran Kirie Irving y Antonhy Davis. La reunión terminó por certificar la muerte de la relación Curry-Nike y dio la entrada de Under Armour.
Un terremoto llamado Curry
La ‘Curry-manía’ se ha extendido por todo el mundo. Hoy es capaz de arrebatar el protagonismo al mismo presidente de Estados Unidos en un anuncio o a intercambiar la camiseta con Lionel Messi. Guste o no guste el baloncesto, todo el mundo ha oído hablar de él. En la NBA ya no es noticia Lebron James, Kevint Durant o Kobe Bryant, ahora todo el mundo mira al pequeño jugador de los Warriors. “No es de extrañar”, señalan varios expertos norteamericanos, ya que Curry representa a todas esas ‘personas normales’ que triunfan en la vida sin ser un prodigio de la naturaleza. El triunfo de lo normal ha sido la parte más importante.
Ese grado de visibilidad se ha traducido en números para la firma. La venta de sus camisetas se ha disparado un 600%. Ander Armour presentó un 12% más de beneficios en 2015, con una subida de casi un 30% de las ventas. Curry tiene mucho que ver en ello, las ventas de zapatillas deportivas crecieron un 60%. Sólo la línea de zapatillas del joven jugador generó 160 millones de dólares en apenas tres meses. Además, se ha ganado el reconocimiento de todo el mundo y eso se ha traducido en un 70% más de ventas. Los datos ya atestiguan lo que es un clamor, que Under Armour ha hecho uno de los negocios de la década.