viernes, septiembre 20, 2024
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Polvo serás, mas polvo caro

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En el año 2015 fallecieron 422.276 personas, 1.156 personas al día. Las funerarias tienen 2.405 tanatorios, con más de 7.000 salas. Además, disponen de 364 hornos crematorios que permiten 1.456 incineraciones al día. Si tenemos en cuenta que las familias que optan por la cremación rondan el 36%, la demanda diaria es de 419 incineraciones. España dispone de 17.682 cementerios para 8.125 municipios

Estos datos, extraídos del informe elaborado por Panasef, la patronal del sector funerario, se traducen en 1,4 billones de euros de facturación en 2015, un gasto medio de 3.492 euros por sepelio. De estas cifras, solo el 49% corresponde al servicio funerario; el resto incluye gastos en impuestos, gastos complementarios (de las flores a la lápida) y los gastos en cementerios y crematorios. Tarifas que no se encuentran en internet porque en el momento difícil del duelo es un comercial quien se encarga de negociar directamente los servicios con los familiares del finado.

Estos servicios son prestados por 1.435 empresas. Existe un  elevado grado de concentración: el 1% de las firmas, que facturan mas de 10 millón de euros al año, concentran el 43% del mercado. Las cinco primeras empresas, que facturan más de 50 millones, se quedan con una quinta parte del mercado. Mémora, Funespaña, Albia, ASV y Servisa son los operadores más importantes del sector.

Morirse, un desastre caro

El citado gasto medio ya indica lo caro que es morirse en España. En ese coste se incluyen Tanatorio (620 euros), Coche fúnebre (145), Gastos de gestión (145), Gastos de inhumación (175),  Ataúd (750). Alquiler de nicho (de 900 a 1.800 euros por 10 años). A estos gastos deben añadirse los adornos florales, las esquelas, las lápidas, etcétera.

Este coste medio no revela el coste real. Morirse aquí es extremadamente más caro que en la Unión Europea. Las funerarias europeas, donde los servicios se contratan por Internet y las tarifas pueden estimarse con antelación, cobran en Francia, por ejemplo, un precio de 2.200 euros los más caros, mientras que en Italia el precio medio de un entierro se sitúa en unos 1.200 euros.

En Cataluña, donde la empresa líder del sector concentra los servicios en más del 80% de los municipios, los sepelios pueden rondar los 6.000 euros. Los presupuestos medios se producen en Cuenca, Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria. Si uno fallece en Alicante o Valencia a los deudos les sale notablemente más barato.

Hay dos razones muy españolas que explican estas diferencias de precios: el dominio sobre el sepelio de las compañías aseguradoras y la falta de competencia, con una regulación estatal y municipal llena de barreras que impiden la reducción del precio.

El peso de las aseguradoras

Las aseguradoras intervienen en el sepelio de dos formas: una, a través del seguro de decesos. La segunda, integrándose en el capital de las funerarias. Las sociedades más importantes del sector están participadas. Mémora fue creada por Acciona, que la ha vendido al grupo de capital riesgo británico 3i; Funespaña pertenece a Mapfre; Albia es la compañía de Santa Lucía y Ocaso posee ASV y Servisa.

Por otro lado, según la memoria de UNESPA, la patronal de seguros, el 57% de los fallecidos tenían póliza de seguro de decesos. Aunque ha descendido en los años de la crisis, mas de 21 millones de españoles, un 45% de la población, tienen este seguro. Hay comunidades con tasas de aseguramiento superior al sesenta por ciento.

Como ocurre con las funerarias, la concentración aquí también es muy alta. Ocaso, Santa Lucía y Mapfre concentran el 73% del mercado de seguros de decesos.

El seguro de decesos es una peculiaridad española, prácticamente sin comparación en la Unión Europea. Producto de la secular incapacidad de las familias españolas de ahorrar y afrontar gastos imprevistos, constituye un elemento de encarecimiento del proceso de sepelio. Con una esperanza de vida media superior a los 85 años y cuotas mensuales como las que se están pagando, el beneficiario de la póliza paga tres veces su entierro, sin que las familias reclamen nunca el dinero no gastado.

La incineración como ahorro

Morirse cuesta seis veces el salario mínimo. La incineración es un recurso de ahorro, que permite reducir los costes del nicho y muchos gastos complementarios. La incineración ya es la opción elegida por más del 36% de los fallecidos. Por el contrario, la cultura católica recientemente recordada opera en la dirección de la gestión de tanatorios, cementerios y ataúdes.

El coste de la tristeza es excesivo para las familias españolas. Una escasa regulación de la competencia y una costosa privatización de los servicios municipales no han ayudado. Seremos polvo, pero un polvo muy caro.

Miguel de la Balsa

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