Gran impulsor de la «unidad europea» contra la crisis financiera mundial, en contra de lo que opina la canciller alemana Angela Merkel, Nicolas Sarkozy es también, a la vez, el gran protagonista del «patriotismo económico» galo: con el nuevo «Fondo Estratégico de Inversión» (FSI, en la terminología francesa), el presidente francés entiende impedir que empresas estratégicas tocadas por la crisis caigan en manos de depredadores de países con origen más o menos exótico.
Dotado con 20.000 millones de euros, el FSI funcionará del mismo modo que un fondo soberano, alimentado con fondos públicos (una parte en líquido y otra en activos industriales), pero tendrá objetivos radicalmente opuestos: mientras los fondos soberanos son obra de países emergentes (productores de petróleo, China, etc.) que invierten su liquidez en el exterior y buscando siempre la mayor rentabilidad posible, el FSI solo invertirá en empresas estratégicas nacionales.
Es lo que ha hecho ya el Estado Francés con empresas que operan en sectores con actividades vinculadas a la defensa nacional: ha recapitalizado con 110 millones de euros la constructora naval Chantiers de l’Atlantique, que tiene ahora 33,4% de capital publico, y ha socorrido el productor de servicios y fabricante de piezas para la aeronáutica, Daher, una PyM familiar, con 5.000 empleados en 12 países y unos 600 millones de euros de ingresos (26% en el exterior).
Pero la noción de interés estratégico no se limita a la defensa nacional. El FSI esta diseñado para intervenir igualmente en sectores abiertos a la competencia. Es el caso del automóvil, cuyos fabricantes están siendo muy afectados por la crisis mundial, con una bajada en picado de las ventas y graves problemas de liquidez: la idea es que el FSI promueva la creación de un fondo específico, el Autofund, siguiendo el modelo del Aerofund creado para la industria aeronáutica.
Gestionado por el FSI, que tendría así que «acompañar» muy de cerca la reestructuración de la industria automóvil, el Autofond requeriría también la participación directa de los principales actores del sector, no solo de los dos grandes constructores Renault y PSA (Peugeot/Citroën), sino también de los fabricantes de accesorios, como Valeo y Bosch. Y siempre bajo la filosofía del FSI: hacer que los centros estratégicos de decisión se queden en Francia.
Lo que Sarkozy intenta, pues, es impedir que alguna empresa emblemática gala descapitalizada por la crisis bursátil pueda ser vista como una presa fácil por cualquier depredador foráneo. Y los expertos galos miran al respecto lo que está ocurriendo al otro lado de los Pirineos, con Repsol, que pese a la etiqueta de «empresa estratégica» podría pasar en cualquier momento bajo el control ruso… porque Zapatero no tiene aún un instrumento equivalente al FSI.
«No se trata sólo de mantener los centros de decisión de las grandes empresas en el territorio nacional. Lo peor para cualquier gobierno europeo, en términos de perdida de popularidad, sería ver una empresa emblemática, aunque no opere en sectores estratégicos, pasar bajo las ordenes de grupos venidos de países que tienen gobiernos intervencionistas y que hasta utilizan métodos mafiosos y antidemocráticos en el mundo económico», explica un analista galo.
Otra gran preocupación de Sarkozy, de cara a la opinión publica, es transmitir la idea de que el Estado no va a derrochar el dinero de los contribuyentes. Es por ello que se insiste mucho en que el FSI no hará inversiones a fondo perdido. Al contrario, lo mismo que los fondos soberanos, el FSI intentará rentabilizar las sumas invertidas, haciendo ver al mismo tiempo que el hecho de garantizar la independencia de las empresas estratégicas no es proteccionismo anacrónico.
Hasta es posible que la entidad pública llamada a gestionar el FSI, la Caisse des Dépôts et Consignations (CDC), tenga que recorrer los mercados de capitales para alimentar el fondo, que al inicio solo tendrá 6.000 millones de euros de liquidez. No es que la CDC no tenga recursos propios suficientes. Simplemente, Sarkozy tuvo que garantizar que el FSI no utilizaría recursos provenientes del famoso «Livret A», que es el principal instrumento de ahorro de las familias galas.
Con todo ello, el gobierno francés sólo tendrá oficialmente un rol secundario en el desarrollo de esta nueva versión del «patriotismo económico», puesto que hay que cuidar la imagen internacional de una Francia tradicionalmente abierta a las inversión foránea, y ante el riesgo de que Bruselas considere las intervenciones del FSI como «ayudas de Estado» ilegales, será la CDC quien dé la cara, aunque siempre bajo la supervisión del Palacio del Eliseo, Matignon (primer ministro), Bercy (ministro de economia y finanzas) y del Parlamento.