En rueda de prensa en Barcelona, el galardonado con el Premio Cervantes, Juan Marsé, explicó que mientras se anunciaba su nombre como ganador estaba en la consulta del cardiólogo, que le notó algo nervioso. El autor admitió al médico que hoy se fallaba en el Cervantes. No supo la noticia hasta que, de vuelta a casa, se lo anunciaron los periodistas que le esperaban a la puerta.
El escritor confesó que escribe «para evocar algunas experiencias que no he tenido y que me hubiera gustado tener» y naturalmente como búsqueda de una «determinada forma de belleza». Aunque sin haber podido asimilar con la reflexión necesaria la obtención del galardón más importante de las letras hispanas, Marsé ha dicho, en una rueda de prensa, que la experiencia de la escritura le sirve también «para recuperar un tiempo perdido en un mundo que a veces no te acaba de convencer y que te empuja a buscar un mundo alternativo».
Marsé constató que la literatura se hace sin pensar en premios, aunque éstos ayudan a difundirla y a estimular al autor. En el caso del Cervantes, se suma que «tiene mucho prestigio, y después, tiene una dotación económica muy importante». Los premios son difusión y venta de libros, y también estímulo, pero «no tienen nada que ver con los premios».
«Me encanta el premio», recalcó, y contrapuso ese sentimiento a la reacción pasiva de José Agustín Goytisolo al saber esta semana que ha ganado el Premio Nacional de las Letras Españolas, por el cual aprovechó para felicitarle.
Al preguntársele después sobre su pertenencia a la generación literaria de los 50, confió en que su Cervantes sirva de «reconocimiento» a todo el grupo. También afirmó, jocoso, que se gastará en «mujeres y vino» la dotación del Cervantes, y dijo no saber que desde este año es de 125.000 euros. También citó a las mujeres cuando se le preguntó a quien se lo dedica. Tras pensar unos segundos, evocó a Paulette Godard, la actriz que más admiraba cuando él tenía 13 años.
La lengua materna
Marsé comentó que no se siente bandera de una lengua ni piensa hacerlo: «Cada uno escribe en la lengua que quiere, y en todo caso defiendo mi derecho a escribir en la lengua que me dé la gana, porque la lengua es un vehículo, una manera de entender y yo no soy en absoluto nacionalista». «Cuando me hablan de banderas, meto la mano en el bolsillo porque creo que me van a robar la cartera», ironizó.
El autor de Últimas tardes con Teresa está escribiendo ya una nueva novela, aunque no ha querido desvelar mucho de su contenido, por temor a «estropear el argumento al contarlo». De esta nueva obra apenas ha revelado que «tiene que ver con las novelas que a mí gustan, como Rabos de lagartija, que transcurre una parte en los años 40 y otra en la actualidad». También confesó: «Siempre me cuesta escribir un nueva novela, porque soy muy quisquilloso, pero me gusta hacerlo porque disfruto escribiendo».
El novelista explicó que el cine fue precisamente una de las razones que más le influyeron para elegir el español como lengua de creación, aunque se debió a que esta era la lengua que oía y leía, y consideró que la razón de fondo fue la Guerra Civil: «Si no, en buena lógica hubiera escrito en catalán, que esa era mi lengua materna».
Según dijo, le pareció «oportunista» plantearse escribir en catalán desde que se pudo publicar en esta lengua, y siguió con el castellano. En cualquier caso, consideró la lengua un «vehículo» de comunicación y se desmarcó de toda politización del asunto. «Escribo en castellano porque me da la real gana», concluyó.
Lo dijo después de que el ministro de Cultura, César Antonio Molina, quien destacó hoy mismo al premiado como uno de los escritores que han contribuido a la defensa del castellano en Cataluña. Marsé también comentó que no ha podido hablar aún con el ministro porque se ha cortado al comunicación telefónica.
Juan Marsé insistió en que siempre ha escrito «sin ninguna intencionalidad política». «Nunca he pensado al escribir que defendía una lengua. Te sirves de una lengua» sin reivindicarla y sin hacer «bandera» de ello. «Cuando se convierte en una bandera me pongo las manos en el bolsillo porque se que me sacarán la cartera», ironizó.
Recuperar la memoria
Explicó que escribe para alcanzar «alguna forma de belleza», por el «gusto de contar una historia» y para reflejar vivencias propias y de una época y ciudad determinadas -la Barcelona del franquismo, fundamentalmente–, incluidas «unas gentes que no tenían voz» entonces.
También escribe «para recuperar una memoria que fue usurpada» durante los 40 años de dictadura. Por eso mismo, le resulta «deprimente» leer ahora en la prensa sobre la memoria histórica, por ejemplo, aunque rehusó profundizar.
Aseguró que nunca ha escrito por razones «de orden sociopolítico, ni religioso», y se proclamó anticlerical una vez más soy anticlerical». Se mostró especialmente orgulloso de tres novelas: Encerrados con un solo juguete -por la que siente «debilidad» por ser la primera, en una época «importante» en su vida-, Si te dicen que caí y Rabos de lagartija.
De su carrera, sintió no haber trabajado más, y lo atribuyó en parte a ser «un poco gandul», sobre todo en su juventud, cuando le gustaba «pasarlo muy bien». Aun así, hay que decidirse cada mañana si ponerse «a leer o escribir, y en la vida pasa un poco esto».
Marsé trabaja ahora en una novela que -admitió- se verá parcialmente interrumpida por el premio y por el discurso del Cervantes, para el cual deberá «releer» el Quijote.
Buen momento para la novela española
Como ya explicó recientemente, tiene avanzada su próxima novela, pero no quiso resumirla. Se limitó a afirmar que en parte está relacionada con la Barcelona de los años 40, y enlaza con la actualidad. Tiene una parte casi acabada, pero sigue teniendo dudas sobre historias «laterales» de la trama. «Siempre me cuesta, y soy algo quisquilloso».
Para él, la novela española de hoy tiene un «buen» nivel y una variedad de géneros superior a la de épocas anteriores, algo que «a veces da como resultado un rollo patatero tremendo, pero a veces da resultados». «Espero más cosas de todo esto. Se publica muchísimo. Es un momento francamente bueno».