domingo, noviembre 24, 2024
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Santos Juliá: «Que dejen en paz a Azaña en Montauban»

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«Que le dejen en paz en Montauban», subraya el historiador ante las voces que, en medio del debate sobre la exhumación de las fosas de la Guerra Civil se han mostrado favorables a que los restos del ex jefe del Estado sean trasladados a España.

Según Juliá, está totalmente documentado que Azaña quería permanecer en el sitio en el que muriera y confía en que España colabore con Francia en el mantenimiento de la tumba.

Aunque las autoridades francesas se encargan de ese cuidado considera que España debería implicarse más y no olvidar que se trata «de algo suyo, de un jefe de Estado que muere en el destierro».

Para el historiador, el que fuera presidente de la Segunda República tenía unas convicciones que permiten que se acerquen hasta ella personas tanto de izquierdas como de derechas, como queda de manifiesto en los elogios que le han dedicado a menudo dos jefes de Gobierno tan dispares como José Luis Rodríguez Zapatero y José María Aznar.

El problema, a su juicio, es que en alguna ocasión se ha instrumentalizado su pensamiento al aplicarlo a la política actual, como cree que ha ocurrido al hacer referencia a veces a sus ideas sobre la nación.

En el centro izquierda reformador

«Azaña está en el centro izquierda reformador, y si la derecha bebe de esta fuente, estupendo, pero lo que no puede hacer es desviar el curso», añade.

El historiador cree que Azaña ha logrado un progresivo reconocimiento en la vida pública española después de que en la dictadura fuera el más vilipendiado de los republicanos y se le calificara de «el anticristo», el «antipatria» o «la encarnación de las plagas de Egipto».

A ello cree que ha ido contribuyendo el conocimiento paulatino de su obra, al mismo tiempo que opina que sus ideas y planteamientos en asuntos como la nación, el patriotismo, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, el modelo territorial o las relaciones Iglesia-Estado son «plenamente actuales».

Azaña respetaba a la Iglesia

En cuanto a este último asunto y aunque asegura que Azaña respetaba a la Iglesia, Santos Juliá cree que fue «un error político» la prohibición de que las órdenes religiosas regentaran colegios, ya que eso generó un movimiento de oposición a la República.

Aunque defendería la apuesta de Zapatero por un Estado laico, Azaña no entendería nunca, según su biógrafo, que el Estado financiara a la Iglesia católica o a cualquier otra.

Juliá considera que los aspectos fundamentales del programa de Azaña están reflejados en la actual Constitución española y recalca que nunca fue un republicano doctrinario y, para él, lo sustancial era la democracia, más allá de que fuera bajo un régimen monárquico o republicano.

Al respecto, aclara que, para Azaña, la democracia está antes que el modelo republicano, y cuando identifica democracia y República es cuando la Monarquía se alía con la dictadura.

En su libro, editado por Taurus, Juliá se detiene especialmente en algunas épocas que no han sido muy estudiadas con anterioridad, principalmente desde su nacimiento hasta que es nombrado ministro de la Guerra.

A su juicio, en ese momento y en contra de lo que quería hacer ver él mismo en ocasiones, Azaña ya tenía un notable pasado político.

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