lunes, noviembre 25, 2024
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Maragall desvela en sus memorias la ‘soledad’ que sintió ante el PSC y Zapatero

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Lo que más le «sorprendió» no fue la lluvia de críticas que tuvo que soportar por la «inoportunidad» de sus palabras, sino que «la mayoría mostrara también su desacuerdo con el fondo del hecho».

«Nadie quiso profundizar en la cuestión, estrechamente ligada al tema nunca resuelto de la financiación de los partidos, más allá de atribuirme un error más. Ni siquiera mi partido me apoyó», lamenta.

En este punto, Maragall destaca que «la soledad se puede superar, pero no la creencia de que tus compañeros de la dirección del partido han pasado de tolerarte con más o menos simpatía por tus ideas a abandonarte y a discrepar abiertamente de ti».

Y su soledad

También constata su «soledad» en el proceso de aprobación del Estatuto, en el que lanza un velado reproche al primer secretario del PSC, José Montilla, y a la ejecutiva del partido, por propinarle un «golpe político» al proponer enmiendas al texto aprobado por el Parlamento catalán, incluido el PSC, el 30 de septiembre de 2005.

«Eso fue más que una contradicción. Fue una desconsideración política a la cámara catalana impropia de un partido llamado nacional catalán. Y también fue un golpe bajo al presidente de la Generalitat», asegura.

Maragall añade: «Naturalmente, conocía de primera mano las reticencias al proyecto de un grupo destacado de dirigentes del PSC, con sus primeros espadas al frente, en sintonía con la lista de aspectos ‘inaceptables’ que empuñaba el Gobierno español. Nunca hubiera creído que podrían llegar a desautorizar el voto solemne de sus propios diputados unas horas después de haberlo emitido».

Su ‘sugerida’ salida del PSC

No pasa por alto tampoco la negativa de Montilla a validar una remodelación de gobierno que quiso ejecutar el presidente catalán en plena legislatura, una «increíble reacción» que ve «gravísima» porque perseguía el «debilitamiento de la autoridad presidencial».

Retrata a Montilla como una persona «que no se deja conocer demasiado, como mínimo para quien no forma parte de su círculo más íntimo, o a lo mejor ni así», y recuerda que hasta el último momento no le confesó su voluntad de sustituirle como candidato del PSC a la Generalitat, idea que el propio Zapatero le sugirió a Maragall como moneda de cambio para aprobar el Estatuto.

Aun así, Maragall celebra la elección de Montilla como presidente y destaca que «poco a poco ha ido dando muestras de asumir su papel presidencial y lo que ello implica ante el Gobierno de Madrid, sea amigo o adversario. Sólo espero que el partido no le abandone como hizo en mi caso».

Tampoco ahorra reproches para Rodríguez Zapatero, a quien acusa de haberse echado atrás de su inicial promesa de apoyar el Estatuto del Parlament, «empujado por la fuerza de un inmovilismo mayoritario en su entorno político y social, a pesar de ser de izquierdas, y por un instinto ciertamente desarrollado de supervivencia política».

Según Maragall, Zapatero «defraudó» a todos los catalanes que le habían creído y contribuyó a la «desafección» hacia España. Cuenta Maragall en sus memorias que su distanciamiento de Zapatero empezó en enero de 2004, al trascender la entrevista del entonces conseller en cap, Josep Lluís Carod-Rovira, con dirigentes de ETA, cuando el líder del PSOE pidió el «cese» de Carod.

Sus memorias, de 359 páginas, se cierran con un capítulo dedicado a su experiencia bajo la enfermedad de Alzheimer.

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