Si sólo los vehículos militares que EEUU tiene desplegados en Irak se alinearan en una columna, con sus parachoques en contacto, ocuparían el espacio que hay entre Madrid y Varsovia; y si desfilaran en columna a unos 50 km/h, con los intervalos requeridos, se necesitarían dos meses y medio para verlos pasar a todos. Un experto en logística de la Fuerza Aérea de EEUU daba en The Washington Times (7 octubre 2007) algunos datos comparativos para valorar lo que en términos técnicos se denomina la «cola logística» inherente a cualquier operación militar, es decir, lo que hay detrás de cada combatiente para que éste pueda operar.
En Irak, esa cola ha alcanzado proporciones inconcebibles. Por cada soldado en la línea de combate (esto es, desplegado en patrulla por cualquier lugar de Iraq) existen unos cuantos soldados más en lo que pudiera llamarse retaguardia (servicios, municionamiento, mantenimiento de equipos y material, comunicaciones, sanidad, administración, etc.). Pero todavía hay muchas más cosas, no solo soldados en misiones de combate o de apoyo al combate. Existen varias bases militares, de enormes dimensiones, que contienen verdaderas ciudades, con sus supermercados, gimnasios, tiendas de comida rápida, semáforos que regulan el tráfico, centrales eléctricas, oficinas de correos, campos de golf y de tenis, restaurantes de todo tipo. Entre ellas también hay bases aéreas, con sus servicios aeroportuarios, de reparación y mantenimiento de aeronaves, centrales eléctricas, plantas hidráulicas, hospitales, o residencias para militares de distintas categorías.
Estos datos y otros más precisos y detallados tendría en la mente el Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de EEUU, el almirante Mullen, cuando en una conferencia de prensa en el Pentágono, según informaba Washington Post el pasado 17 de noviembre, declaró que «retirar todas las fuerzas [desplegadas en Irak] llevaría dos o tres años». Especificó: «Tenemos 150.000 soldados ahora en Irak. Muchas bases. Muchísimo material allí desplegado». Precisó, además, que cualquier operación de retirada estaría condicionada por el nivel de seguridad en cada zona, añadiendo que, por el momento, esto no es posible ni en Bagdad ni en Mosul, donde un cambio de responsabilidades entre las fuerzas de EEUU y el incipiente ejercito iraquí implicaría muy graves dificultades. Es muy significativa, también, su toma de posición respecto a la nueva administración de EEUU: «El presidente electo, Obama, ya ha dicho que recabaría mi asesoramiento y el de la Junta de Jefes de Estado Mayor, antes de tomar ninguna decisión. Y yo estoy esperando ese encuentro para discutir con él la cuestión».
He aquí, pues, el primer escollo que va a amenazar la singladura del presidente entrante en cuanto quiera poner en marcha sus planes respecto a Iraq. Si Obama persiste en la idea de retirar dos brigadas de combate al mes, algunos analistas de EEUU temen que se produzca un serio enfrentamiento entre la cúpula militar y el presidente. Entre la política prevista por éste, en atención a los superiores intereses del Estado según él los concibe, y las exigencias militares de una operación que ya está en marcha y que tiene sus propios requerimientos en lo relativo a la seguridad y a las condiciones logísticas. Aunque no se repitan las tensiones que tuvo que afrontar Truman cuando en 1951 destituyó al mítico general Douglas MacArthur, no es difícil imaginar que Obama haya de remodelar el alto mando militar que le deja Bush, para poder llevar a la práctica sus planes sobre Iraq.
Cada país tiene su forma de hacer la guerra, lo que depende sobre todo de su cultura popular. Si se dice que un magrebí combate hasta la muerte con solo un puñado de dátiles en la chilaba, un soldado estadounidense necesita su máquina de cocacolas y sus letrinas portátiles, y el Burger King esperando en la base, dotada de todo tipo de comodidades. El «muchísimo material» que citaba el almirante Mullen, y que constituye un lastre para planificar la salida de Iraq, incluye también todo esto y representa una carga logística de inimaginables proporciones.
Además, nadie en EEUU desea volver a contemplar las vergonzosas escenas de la retirada de Vietnam en 1975, abandonando bases, armas, material y pertrechos, quemando a última hora documentos secretos en la embajada de Saigón y escapando desde su terraza en unos helicópteros desde los que se veía ya la llegada de las tropas del Vietcong.
La desafortunada herencia que en Iraq ha dejado Bush a su sucesor va a obligar a éste a tomar decisiones difíciles. Ahora es probable que desde la oposición se exija austeridad y eficacia al nuevo presidente, olvidando a quien despilfarró los recursos de la nación en una aventura militar mal concebida y peor ejecutada, que ha creado una situación de muy compleja resolución. Obama requerirá toda la habilidad, paciencia y energía que pueden y deben exigirse a quien maneja el timón de la, hoy por hoy, nación más poderosa del planeta.
* General de Artillería en la Reserva