viernes, octubre 25, 2024
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Gates, el ex espía que tendrá que enmendar la guerra de Iraq

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A pesar de que ha ocupado cargos en diferentes gobiernos republicanos y durante los últimos dos años ha sido el principal estratega de la guerra en Irak, se declara independiente.

Un hecho significativo fue el rotundo «no» que pronunció cuando al asumir el cargo de Secretario de Defensa, en el 2006, el Senado le preguntó si Estados Unidos estaba ganando la guerra en Irak.

«Lo que estamos haciendo ahora no es satisfactorio», aseguró, y se mostró favorable a cambiar de táctica porque, como bien auguró entonces, «dejar a Irak en el caos tendría consecuencias peligrosas tanto en la región como a nivel mundial durante muchos años».

Gates, que ha formado parte del Consejo de Seguridad Nacional, ha sido director de la CIA y ha tenido un papel clave en distintos capítulos de la historia reciente, será una de esas personas que aportará canas y experiencia al equipo de Obama en un momento de difícil coyuntura internacional.

Con su nombramiento Obama, además de asegurarse una transición moderada en el área de Defensa, uno de los asuntos candentes para el país, cumple otra de sus promesas electorales, la de incluir en su gabinete, al menos, a alguien vinculado a los republicanos.

«Robert Gates ha sido uno de los mejores secretarios de Defensa que hemos tenido en mucho tiempo y tiene mucho sentido pedirle que continúe el cargo, especialmente para mantener un ambiente de estabilidad en el seno de unas fuerzas armadas que hoy afrontan dos guerras al mismo tiempo», dijo recientemente Ivo Daalder, asesor del equipo de transición Obama y miembro de la Brookings Institution.

Nacido el 25 de septiembre de 1943 en Kansas, se licenció en Administración y Dirección de Empresas en 1965, un año más tarde obtuvo un máster en Historia por la Indiana University y en 1974 se doctoró en Lengua e Historia de Rusia por la Georgetown University.

Ex director de la CIA

Su vida profesional ha estado muy ligada a Rusia. Una vez que ingresó en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en 1966, donde desempeñó distintos cargos, fue responsable de inteligencia nacional para la Unión Soviética.

En 1974 entró a formar parte del Consejo de Seguridad Nacional, donde fue asesor de Richard Nixon, Gerarld Ford y Jimmy Carter.

Gates fue consolidando su carrera dentro de la CIA, fue nombrado subdirector en 1982 y en 1991 asumió la dirección de la Agencia con el reto de remodelar el espionaje norteamericano para adaptarlo al nuevo panorama internacional tras el fin de la Guerra Fría.

Desempeñó un papel clave durante la primera Guerra del Golfo en 1991, durante la crisis de los rehenes de Irán (1979) y la invasión soviética de Afganistán (1979).

Más tarde llegó a ser decano de la escuela George Bush de Gobierno y Servicio Público y luego presidente de una de las Universidades más grandes de EEUU, la A&M de Texas, cargo en el que estuvo hasta que asumió la Secretaría de Defensa en el 2006.

Una mancha en su carrera

Pero en este impecable historial también hay una mancha que impidió el primer intento de nombrarle jefe de la CIA en 1987 ante la oposición del partido Demócrata.

Aunque nunca llegaron a presentarse cargos contra él, Gates fue investigado por su presunto conocimiento de la desviación de fondos ilegales procedentes de la venta de armas a Irán para financiar a los rebeldes de la «Contra» de Nicaragua para derrocar al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

En su biografía From the Shadows (Desde la sombra, 1996), defendió la decisión de la CIA de llevar a cabo operaciones encubiertas, algo que según él ayudó a ganar la Guerra Fría.

Su experiencia en Irak viene dada como miembro de la Comisión independiente sobre la guerra de Irak presidida por el ex secretario de Estado James Baker y el ex legislador demócrata Lee Hamilton, de la que fue miembro hasta que fue nombrado secretario de Defensa.

Gates asumió la jefatura del Pentágono en medio de crecientes presiones para cambiar el rumbo de la guerra en Irak. Ahora, con Obama, será el encargado de poner los cimientos para el final de una contienda que ha provocado desde que comenzó en el 2003 la muerte de 4.000 soldados estadounidenses.

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