La ex primera dama es conocida como una mujer inteligente, calculadora, atenta a la letra chiquita y firme. Lo demostró en las elecciones primarias de su partido, las más prolongadas de la historia reciente principalmente por su negativa a rendirse.
Encontró su voz verdadera, de hecho, en la recta final, cuando con el grito de guerra de «lucharé por vosotros» logró victorias sorprendentes en estados grandes, como Ohio, Texas o Pensilvania.
Su promesa caló entre los electores porque Clinton ha demostrado en su vida una dedicación enconada a los asuntos que le importan de verdad: la reforma del sistema de salud, la educación y los derechos de la mujer y de los niños.
La mano derecha de Bill Clinton
Son temas que pueden sonar típicos de primeras damas, pero durante los ocho años que pasó en la Casa Blanca, Clinton no se quedó en la caridad y las visitas formales -ya avisó de que no iba a dedicarse a «hacer galletas y servir té»- sino que aspiró a cambiar las políticas federales. Eso lo sabía Bill Clinton, que en la campaña presidencial de 1992 dijo que, al apoyarle a él, los electores recibían «dos por el precio de uno».
Hillary no pudo decir lo mismo en las primarias de este año, pues los 18 millones de votos que recibió no fueron bastantes para otorgarle la candidatura demócrata.
Aun así, abrió una brecha en la mentalidad tradicionalista del país, de forma que la elección de una mujer presidenta en Estados Unidos parece ahora sólo cuestión de tiempo.
En comparación, en la última década la dirección del departamento de Estado ha estado ocupada por dos mujeres, Rice y Madeleine Albright, y tan sólo un hombre, Colin Powell.
En asuntos exteriores, Clinton se ha situado en el centro del partido demócrata. En el Senado, donde entró en el 2001, votó a favor de la invasión de Irak, por ejemplo, aunque posteriormente dijo lamentarlo.
Críticas a Obama
Durante la campaña, acusó a Obama de ingenuidad en política exterior y criticó su disposición a reunirse con el líder cubano, Fidel Castro, con el de Venezuela, Hugo Chávez, y con los presidentes de Corea del Norte, Siria e Irán.
Como secretaria de Estado, si es confirmada por el Senado, Clinton podría tener que preparar esos encuentros.
La principal objeción a su presencia en el futuro Gobierno de Obama ha sido su independencia y sus ambiciones políticas. Eso es algo que Clinton no puede negar, pues han marcado su carácter desde muy temprano.
Nació en 1947 en el seno de una familia de clase media en Chicago, hija del empresario textil Hugh Rodham y su esposa Dorothy, una ama de casa.
De republicana a demócrata
En su juventud siguió la línea conservadora de su ambiente familiar y llegó a ser la presidenta de la organización estudiantil republicana de la universidad Wellesley College.
Pero la lucha en pro de los derechos civiles la comenzó a mover hacia los demócratas durante sus años en la facultad de Derecho de la Universidad de Yale, donde fue una estudiante brillante y conoció a un hombre sureño prometedor, Bill Clinton.
Se casó con él en 1975, aunque en un gesto de independencia mantuvo su apellido de soltera, Rodham, tras el nombre de pila.
Fue la primera mujer socia del bufete de abogados Rose y entró dos veces en la lista del «National Law Journal» de los 100 mejores letrados del país.
Al mismo tiempo, desempeñó las tareas de primera dama en Arkansas durante los 12 años que su marido fue gobernador.
El peor trago de su vida
En enero de 1993 se mudó con Bill a la Casa Blanca, donde se enfrentó a su mayor prueba personal, cuando se hicieron públicas las relaciones sexuales de su marido con la becaria Monica Lewinsky.
Pese a la rabia, Hillary no abandonó a su esposo. Algunos críticos lo achacaron a sus aspiraciones políticas; ella ha indicado que simplemente le ama.
Durante las primarias, Bill dio un respaldo incansable a su candidatura. Ahora, con la Secretaría de Estado, los Clinton vuelven al poder.