A lo largo de este lunes y hasta la puesta del sol, los musulmanes degollarán un carnero, un toro, un buey o un camello recordando el sacrificio de Abraham, que, según la tradición islámica, cuando ya estaba dispuesto a matar a su hijo Ismael por mandato divino, se le ordenó que en su lugar sacrificara a un carnero.
Una vez realizado el sacrificio, la carne se dividirá en tres partes iguales, una se la quedará quien haya comprado el animal, otra se repartirá entre sus familiares y la tercera será ofrecida a los más pobres.
Mientras la Fiesta Grande, que se prolongará durante tres días, comienza en el mundo islámico, en la explanada de Mina, situada a 7 kilómetros al noreste de La Meca, los peregrinos llegados de todos los rincones del planeta tendrán ha comenzado a lapidar tres columnas que simbolizan al diablo.
Lapidación del diablo
Este año y por primera vez, el denominado comité de Acogida de la Meca ha lanzado un proyecto para preparar las piedras que se utilizan en el ritual de la lapidación, que continuará mañana y pasado. Según las autoridades, esta iniciativa tiene el objetivo de facilitar y asegurar este ritual para los peregrinos, sobre todo para los más ancianos. Se trata de ofrecer al fiel piedras preparadas, limpias y esterilizadas en bolsas para ahorrar al peregrino el esfuerzo de buscarlas en las montañas de Muzdalifa, tal y como se hace tradicionalmente.
El miércoles, una vez finalizada la lapidación del diablo, los peregrinos regresarán a la Kaaba. Una vez allí, darán siete vueltas a este pequeño edificio cúbico, situado en el patio de la Gran Mezquita de La Meca, para marcar el fin de la peregrinación que todo musulmán en buen estado de salud y con medios económicos tiene que realizar al menos una vez en la vida.
Las autoridades han informado de que durante estos tres días no se han registrado incidentes de consideración, durante los que los fieles han meditado, han expiado sus pecados y han comenzado a lapidar al diablo.