Acostumbrados a las largas y calurosas ovaciones de las inauguraciones de los pasados años, el Don Carlo de Giuseppe Verdi dirigido por Gatti se quedó ayer en ocho minutos de fríos aplausos y en un coro de abucheos que llegaban desde el llamado «Loggione», el gallinero que ocupan normalmente los puristas.
La crítica tampoco apreció la ópera ni a sus interpretes, a excepción del bajo, Ferruccio Furlanetto, en el papel del rey Felipe II, el único que recibió los elogios en los medios de comunicación italianos.
El experto del diario Corriere della Sera Paolo Isotta asegura que «nada funcionó» en el Don Carlo, «desde los tiempos de la música a las voces de los interpretes», e incluso definió la representación como «aburrida».
Toda la prensa destaca como desde el primer momento pesó en la atmósfera del teatro milanés la inesperada decisión de Gatti de sustituir al tenor italiano Giuseppe Filianoti del papel principal, el de Don Carlo, por el estadounidense Stuart Neill.
Los abucheos por parte de los expertos fueron considerados, sobre todo, una crítica a la decisión del director de cambiar a Filianoti sólo algunas horas antes de la inauguración. No obstante, Neill es uno de los pocos interpretes que se salvan de las críticas.
Una ópera alicaída
El diario de Milán Corriere della Sera tilda la ópera de «alicaída», pero añade que el tenor estadounidense, a pesar de ser llamado al último momento, «demostró un total dominio del papel y de la voz». Aunque el «triunfador» para el diario milanés fue Furlanetto.
Por su parte, el crítico de La Repubblica Michelangelo Zurletti elogió al director Gatti, a quien, consideró, «no acompañaron los interpretes», a excepción siempre de Felipe II, «mientras que el resto de cantantes estuvieron a gran distancia».
Para Zurletti, la soprano protagonista Fiorenza Cedolins (Isabel de Valois) es «demasiado débil para el papel»; el barítono Dalibos Jenis (Rodrigo) «estuvo correcto, pero es demasiado grácil»; y Dolara Zajick (la princesa de Eboli) cantó de manera «mediocre».
El diario La Stampa titula su artículo sobre el Don Carlo como una «tarde de todo otro tenor», al referirse al cambio de protagonista, pero también a la inesperada división del público del histórico teatro.
Los interpretes no fueron irresistibles
El columnista de La Stampa Giorgio Pestelli asegura que la orquesta tuvo un gran protagonismo y salvó las voces de los intérpretes «que no fueron irresistibles».
La crítica tampoco salva al director escénico, el francés Stéphane Braunschweig, a quien también se dedicaron silbidos, y que confeccionó una austera y fría puesta en escena, que chocaba con la riqueza de los maravillosos trajes del Siglo XV ideados por Thibault van Craenenbroeck.
«Tampoco entusiasmó el espectáculo ofrecido por Braunschweig, con escenarios esenciales, minimalistas, pobres, sobre todo de ideas», añade Zurletti en su crítica.
El Corriere della Sera recoge también la opinión de algunos de los espectadores que definieron los escenarios como «de cementerio», «demasiado estáticos» y «helados como el mármol», que abundaba en todas las escenas.
El director de La Scala, Stephane Lissner, afirmó tras el evento que fue «una inauguración humanamente difícil, pero musicalmente estupenda».