«Te doy mi amarillo (la enfermedad), concédeme tu rojo (salud)», le ruegan los iraníes al fuego mientras saltan hogueras dispuestas en hileras de tres, cinco o siete focos. La fiesta, que ya se celebraba hace más de 1.400 años cuando el zorastrismo era la religión oficial del antiguo imperio aqueménida, es celosamente guardada y ha sobrevivido en la sociedad iraní incluso a la irrupción del Islam.
Sin embargo, las minorías zoroástricas que aún conviven en el país niegan que chaharshanbe suri sea una fiesta puramente aria, si no una tradición que los iraníes instauraron tras la invasión de los árabes para conservar otra celebración pagana parecida y relacionada con el culto de fuego. Su teoría se apoya en la lengua, ya que en su opinión el sufijo shanbe, que precede a los días de la semana, tiene origen semítico y solo comenzó a ser utilizado en Irán tras la ocupación musulmana, en el siglo VII de la era común.
Cuando los árabes prohibieron el culto al fuego, los iraníes eligieron el último miércoles del año como pretexto para encender hogueras y quemar con ello los malos augurios antes del inicio del «Nooruz» o año nuevo, argumentan los zoroástricos. Además del salto de las hogueras, chaharshanbe suri es también la fecha de arranque de otras dos celebraciones preislámicas: «el ghashogh zani (fiesta de las cacerolas) y el «ayil» (fiesta de los frutos secos y nueces). El Ghashogh Zani cayó en el olvido tras el triunfo en 1979 de la Revolución Islámica iraní, pero es una tradición que comienza a recuperarse en los últimos años.
El aguinaldo
Como el aguinaldo de las fiesta de navidad occidentales, niños y jóvenes vestidos con telas rojas y el rostro tiznado de negro o cubierto con un manto recorren calles y portales cacerola en mano llamado la atención de vecinos y viandantes. Su recompensa puede ser un puñado de caramelos, pero también una jarra de agua fría. De igual forma se recupera poco a poco la fiesta de ayil, que consiste en comprar una mezcla especial de frutos secos que se consumen el mismo miércoles con la esperanza de lograr el moshguel gosha, o resolución de los problemas.
Menos placentera resulta una tradición novedosa que cada año tiene más adeptos y que, a la caída del ocaso, convierte las calles del país en un verdadero campo de batalla. Petardos y cohetes vuelan por doquier, lanzados en muchas ocasiones de las balcones de las casas con el ánimo de asustar a los escasos viandantes que se atreven a pasear. Al igual que el pasado año, la policía ya ha advertido que los detenidos esta noche por lanzamiento de petardos pasarán a la sombra toda la fiesta de nuevo año persa, que comienza el próximo 21 de marzo con el adiós del invierno y la bienvenida de la esperada primavera.