Ibar, de padre español y madre cubana fallecida a consecuencia de un cáncer, pudo escribir con las dos manos encadenadas una breve nota en la que expresa sentirse muy orgulloso de su familia, «especialmente de mi preciosa esposa».
«Tengo mucha confianza en que por fin vamos a conseguir justicia en mi caso y poder ganar mi libertad», aseveró Ibar, que fue apresado en 1994 y desde el 2000 se encuentra en el corredor de la muerte del penal de Raiford, en Starke, en el norte de Florida. Añade Ibar que se hallaba estos días «más o menos bien» de ánimo, y expresó su confianza en que se anule la sentencia y se celebre un nuevo juicio, gracias a que «por fin tenemos nuevas evidencias a nuestro favor», puso de relieve.
En el rostro de los familiares, a medida que transcurrían las sesiones de la audiencia probatoria, se notaba su satisfacción con las declaraciones de los testigos de la defensa -un experto facial y el primer abogado que defendió a Ibar- fueron contundentes, sólidas.
«Hemos presentado suficiente información para mostrar que el abogado de Pablo fue incapaz» de brindarle en el juicio una asistencia efectiva, señaló Tanya Ibar, de origen puertorriqueño, quien contrajo matrimonio con él en febrero de 1998, ya preso. Tanya insistió en que el juez que preside la audiencia, Jaffrey R. Levenson, «tiene que ver que este hombre (el abogado de oficio que defendió a Ibar en su momento) estaba física y mentalmente» destruido.
El letrado Kayo Morgan reconoció en la sesión del miércoles pasado que cometió graves errores en la defensa de Ibar en el juicio del 2000, al atravesar un complicado período de su vida por los problemas de su esposa, que era drogadicta, así como por su mala salud y debilidad física y mental. «Me casé con Pablo para luchar esta cruzada juntos, aunque sé que esta no es la vida ideal para la mayor parte de la gente», dijo Tanya, quien confesó que «no podría dormir o hacer mi vida pensando que no hice lo correcto». Además, «le amo», subrayó.