En cualquier caso, la movilización fue superior a la de enero, cuando los sindicatos presumían de haber convocado a 2,5 millones de personas, frente al 1.080.000 de las autoridades.
La importante movilización del sector público, tradicional en Francia en los llamamientos a los paros generales, se vio respaldada en esta ocasión por un gran aporte de trabajadores de empresas privadas, espoleados por las consecuencias de una crisis que está provocando despidos y cierres de compañías.
Los principales líderes sindicales sacaron pecho ante lo que consideraron un «éxito sin precedentes» y reclamaron una nueva ronda negociadora con el Gobierno.
No les valen las promesas que les hizo Sarkozy hace un mes, cuando puso sobre la mesa 2.600 millones de euros en forma de un paquete social para afrontar las consecuencias de la crisis económica.
Medidas concretas
Exigen «medidas concretas», como aseguró el líder de la CFDT, François Chereque, que pasan por acabar con los despidos en la función pública, aumentar los salarios para relanzar el consumo y proteger los avances sociales logrados en los últimos años y que, según ellos, el Gobierno está mermando, como la semana laboral de 35 horas.
Este viernes se reunirán para estudiar las consecuencias de esta jornada de huelga general y, eventualmente, convocar otra si el Ejecutivo no cede.
Además, los sindicatos saben que estas convocatorias tienen el apoyo de la opinión pública, como refleja un sondeo publicado el pasado martes, que aseguraba que el 78 por ciento de los franceses respalda a las centrales obreras.
Funcionaron con normalidad los servicios mínimos
Como hace menos de dos meses, la huelga fue un éxito de convocatoria, pero no logró el objetivo de paralizar el país.
Los servicios mínimos impuestos por el Gobierno en los últimos años hicieron funcionar los transportes en las principales ciudades.
En París, verdadero termómetro de la huelga, funcionaron con casi total normalidad el metro y los autobuses, por lo que la sensación de jornada de paro general sólo se vivió en los lugares que atravesaba el imponente movimiento de protesta.
En los trenes de cercanías el tráfico fue superior a lo esperado, aunque se anularon la mitad de los servicios en algunas líneas, lo que dificultó que muchos habitantes de la periferia de París acudieran a sus puestos de trabajo.
El transporte ferroviario de larga distancia sufrió las mayores perturbaciones: se anularon el 55 por ciento de los trenes regionales y el 40 por ciento de los de alta velocidad, tanto internos como internacionales.
Los aeropuertos sufrieron menos problemas que en paros anteriores, aunque se registraron algunos retrasos de en torno a media hora y se anularon el 10 por ciento de los vuelos nacionales del Charles de Gaulle y el 30 por ciento de Orly.
En otras de las grandes ciudades del país el transporte público se vio más perturbado, pero sin lograr paralizar las urbes.