cuenta la historia de este hombre, un humilde y entrañable empleado de limpieza del aeropuerto que siempre ha soñado con viajar a otras partes del mundo, pero sus circunstancias económicas se lo han impedido; sin embargo, Abu Raed es una persona que no lamenta su suerte y elige vivir y soñar a través de los libros. Gracias a sus historias, consigue entretener a los humildes niños de su vecindario, pero pronto se dará cuenta de que uno de ellos, Murad, necesita algo más que una historia para hacer frente a una difícil situación familiar.
Este filme cuenta una historia universal, sencilla y, sobre todo, humana. No es la película más original de este año, pero consigue llegar al espectador, conmueve y quizás por eso recuerda a la aplaudida Cometas en el cielo. Las interpretaciones de Nadim Sawalha -actor que ha desarrollado su carrera en el Reino Unido y que ha participado en películas como Los vengadores o Syriana- y del grupo de niños que le acompañan son muy emotivas.
Se trata del primer largometraje de Amin Matalqa, director, productor y guionista jordano pero afincado en EEUU, y la película es la primera de ese país que se exporta al mercado internacional, además de haber sido la elegida por Jordania para competir por el Oscar a la Mejor Película Extranjera, que finalmente fue a parar a la cinta japonesa Departures.
La importancia de los sueños
se desarrolla en la bulliciosa Ammán, una ciudad árabe contemporánea pero marcada por un bello centro histórico que data de la época romana y que alberga joyas como el Templo de Hércules. La ciudad simboliza en el filme muchas cosas, entre otras, las diferencias sociales que existen entre Abu Raed, al que sus jóvenes vecinos toman por un capitán de avión -aunque en realidad no es más que un empleado de la limpieza que un día encuentra en la basura una gorra de capitán-, y Nour, una joven y adinerada piloto que Abu Raed conocerá en el aeropuerto.
Mundos alejados que parecen no poder tocarse nunca, de no ser por la bondad de un héroe anónimo, un soñador sin estudios ni dinero que, sin embargo, es capaz de hacer volar la imaginación de los niños. En definitiva, una metáfora de lo lejos que pueden llevarnos los sueños, y de cómo a veces, aunque uno tenga claro cuál es su camino en la vida, es ésta la que nos marca un rumbo diferente.