jueves, septiembre 19, 2024
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Ciegos que, viendo, no ven

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Una extraña epidemia que ataca primero a un hombre, luego a una ciudad y por último a toda la humanidad es el tema central de una novela con la que Saramago consiguió hacer una compleja metáfora de los difusos caminos por los que avanza la sociedad actual. Ensayo sobre la ceguera es, ante todo, una obra densa que se puede leer y analizar desde diferentes perspectivas y que no persigue buscar una única verdad.

La novela analiza las reacciones y los sentimientos primarios de un grupo de personas que se han quedado ciegas y han sido aisladas sin recibir ningún tipo de justificación por parte de las autoridades políticas, pero al mismo tiempo, va más allá y explora la realidad de la conciencia humana, los peligros a los que nos enfrentamos en nuestro día a día y la manera -a veces primitiva- en que nos relacionamos con el resto de los humanos.

Al igual que el libro, la película de Meirelles pretende abarcar todos esos temas y plantear preguntas que no siempre tienen respuesta. Es un filme con diferentes interpretaciones, y cualquiera de ellas puede ser buena. Sin embargo, no consigue ser tan analítica como el original que adapta, y en ocasiones llega a desequilibrar al espectador, sobre todo si éste no ha leído la obra.

Una luz al final del camino

Si en algo se separa de la novela del escritor luso es en el optimismo con el que Meirelles ha trabajado. Donde Saramago ve pesimismo, el realizador de Ciudad de Dios anticipa una tenue luz al final del camino: «creo que es una historia realista, que muestra lo primitivos que somos, pero que deja claro que al final hay redención, que podemos crear una familia, buscar afecto», explica el brasileño.

Meirelles trabaja mucho con las imágenes grises y juega constantemente con el enfoque y el encuadre, consciente de que el espectador tiene que participar en esa ceguera colectiva para entender a todos los personajes, algo que consigue apoyándose en una imagen que no resulta fiable en la cinta y pidiendo al espectador que se deje llevar por sentidos como el oído.

La clave para entender la película la ha dado el mismo Saramago al opinar que «no tiene sentido» el debate recurrente sobre si la película es mejor o peor que la novela. Como bien dice el Nobel luso, más vale detenerse en analizar «si el filme es bueno y si la novela es buena», porque cine y literatura tienen lenguajes diferentes. Y lo que está claro es que, tanto la cinta de Meirelles como la novela de Saramago son excelentes.

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