jueves, septiembre 19, 2024
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Perdidos ante un mar de abrazos rotos

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Es complicado decir algo en contra de la nueva película de Almodóvar. El realizador manchego es un genio, y como tal tiene películas maravillosas, pero no siempre puede estar a la altura de sus mejores trabajos. Es lo que le ocurre a sus esperados ‘abrazos rotos’: hay tanta pasión en el filme -parece haber sido creado para convertirse en el mejor de su filmografía-, que esa ‘obsesión’ consigue crear una barrera entre el lenguaje del manchego y el espectador.

es una historia que camina entre las aguas del cine negro, el metacine y el drama. Está marcada por los homenajes, y quizás ese es el primer problema: entre tanto homenaje, la cinta casi no parece propia del ‘universo Almodóvar’; el director muestra su pasión por el cine, su gran amor, en una película que pretende llevar el sello de los directores que más le han marcado en su carrera, y eso sin olvidar el guiño a sus ‘chicas Almodóvar’ y a su propio cine.

En el centro, intentando no ahogarse entre tanta laguna de temas, una dramática historia de amores cruzados que tiene su origen en una fotografía que el cineasta tomó en una solitaria playa de Lanzarote hace años.

Comunicar y emocionar

El manchego sólo espera de este trabajo que «se entienda y emocione», algo que ha conseguido a la perfección en otros trabajos, pero que puede que con esta arriesgada apuesta no logre, a pesar del excelente trabajo de los actores: una camaleónica Penélope Cruz vuelve a brillar dejando claro que, probablemente, Pedro -como ella dice- es quien mejor sabe dirigirla; Blanca Portillo está estupenda en el complejo papel de mano derecha de un director invidente, y Lluis Homar consigue un trabajo sólido y creíble como protagonista masculino del filme. De fondo, la música del gran Alberto Iglesias, que de nuevo acompaña a Almodóvar en esta aventura que es el cine.

A priori, parece una combinación de elementos irresistibles. Almodóvar sigue teniendo un cine sensible, capaz como es el manchego de entender a la perfección la complejidad de las pasiones humanas. Los abrazos rotos entretiene, insinúa, traslada al espectador a otra época y otro cine, pero no llega a conmover. En determinados momentos del filme parece que las historias de los personajes no resultan creíbles, se desvanecen entre una trama demasiado densa. Los destellos de humor -una increíble pero breve aparición de una soberbia Carmen Machi- nos devuelven, por momentos, al Almodóvar de siempre, pero es sólo eso: momentos.

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