El bicentenario del nacimiento de Charles Darwin ha encontrado su celebración particular en el mundo del cómic con El viaje de Darwin, una serie de cinco cómics de José Miguel Fonollosa que relata el viaje que sirvió de base al naturalista para su futura teoría de evolución de las especies.
Y es que Darwin, que apenas contaba 22 años cuando embarcó en el navío de la marina británica HNS Beagle, era «un hombre apasionado que dio la vuelta al mundo con los ojos muy abiertos, y se encontró con algo que tenía que contar», ha dicho Fonollosa al explicar su proyecto «más ambicioso».
La expedición fue una excusa para alejarse de Inglaterra y de un padre autoritario que quería encaminar a su hijo hacia la medicina o al seminario, pero Darwin «en ningún momento pensó que fuera a revolucionar nada», asegura el autor del cómic.
«Era un chaval que siempre había vivido bajo el ala de su padre, y el viaje fue una patada, una decisión radical que le demostrara que podía hacer algo por sí mismo», explica Fonollosa, a quién le sorprendió especialmente que el joven no tuviera pretensiones científicas.
La primera etapa
El primer volumen de El viaje de Darwin, Plymouth-Río de Janeiro -que publica la editorial Planeta y que se presentará en el Salón del Cómic de Barcelona- cuenta con un trazo clásico que se adentra en los colores, la fauna y la flora de cada paisaje, la primera etapa de ese camino, que marcaría la obra del naturalista y su propia vida.
Así, el 27 de diciembre de 1831, un joven Charles Darwin zarpó desde la costa británica rumbo a Brasil. El cómic muestra cómo la tripulación del HNS Beagle veía en el pequeño Darwin a un futuro científico y, a pesar de tratarle como a la pequeña mascota del barco, todos sentían por él un profundo respeto.
Incluido el capitán Fitzroy, a veces intolerante, defensor de una moral férrea y símbolo de la Inglaterra que Darwin había dejado atrás. Fonollosa matiza que el personaje del capitán «es un contrapunto muy interesante, no el malo de la película», un hombre culto que entabla amistad con el, por aquel entonces, futuro creador de El origen de las especies, de la que se celebra este año el 150 aniversario.
Darwin llegó a ver a un referente paterno en el capitán Fitzroy, que, según Fonollosa, era estricto y autoritario a bordo pero siempre respetuoso con la vocación científica del joven, a diferencia de su padre.
«Una de las primeras cosas que tiene que aprender un científico es que nunca puede dar cosas por sentado», afirma el Charles Darwin de las viñetas. Y es que éste y otros axiomas le llevaron a tomar notas, recoger especies, hacer un listado de todo lo que encontraba, escuchar a la naturaleza.
Aunque en un primer momento la tarea de Charles Darwin tuviera un fin comercial «para informar al gobierno británico», Fonollosa ha pretendido reflejar en sus viñetas cómo el científico «iba descubriendo que había cosas que no le cuadraban, de manera reposada y sin presiones».
La primera etapa termina en Río de Janeiro, con lo que Fonollosa ha querido «remarcar el choque que supuso para él, que tenía una vida resuelta y dirigida, encontrarse al otro lado del mundo, y del concepto que se tenía en América de la vida humana», en relación a la violencia ejercida contra los esclavos.
El siguiente volumen, Tierra de fuego, saldrá a la venta el próximo mes de julio y contará el paso de Darwin por la Patagonia.