lunes, enero 20, 2025
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Leo Nucci: «Los directores de escena son unos abusones y unos arrogantes»

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«¡No se necesitan ‘registi’ -directores de escena- para el espectáculo más perfecto del mundo!», truena indignado el barítono en presencia de su esposa, la también soprano Adriana Anelli, en una entrevista concedida a Efe antes de la única función de las 18 programadas por el Real en la que cantará el papel del trágico bufón de la ópera de Verdi.

Quizá por eso, él, que el pasado jueves «arrasó» cantando ese papel en Pekín, es el único artista de los tres elencos dispuestos por el Real que no ha estado en el mes de ensayos que ha exigido la directora de escena, Monique Wagemakers, para cerciorarse de que todos sabían moverse con seguridad por la plataforma hidráulica que ha concebido.

«Hago lo que quiero», presume, y tiene «clarísimo» que la dirección que necesita su papel la pautó milimétricamente Verdi hace 158 años, por eso él se empeña en cantar con «joroba»: «Rigoletto es un hombre horriblemente deforme y, si eso no se comprende, ni la historia, ni la música, que cada vez que él entra marca sus desacompasados pasos, tiene sentido».
«Es un abuso y una arrogancia apropiarse de la inteligencia de los otros, y eso es lo que hacen los directores», zanja.

Sostiene que está «loco» y también quienes dicen que él es el mejor «Rigoletto» porque, explica, él «sólo» sale al escenario y «es» el patético bufón.
Su carrera comenzó en 1967, dejó cuatro años de cantar y en 1973 la retomó y para «il ritorno» eligió A Coruña, donde hizo «I Paggliaci», luego fue «Simon Boccanegra» en Vigo, en Bilbao… vamos, resume, que su relación con España viene de largo, pero, curiosamente, nunca había cantado en el Teatro Real.
Sólo interpretará «Rigoletto» en el coliseo madrileño esta noche pero cuando le dijo «sí» al director artístico del Real, Antonio Moral, hace un par de años, aceptó hacerlo en cuatro funciones.
La culpa del «recorte», asume, es «toda suya» porque su problema «no es la voluntad, sino el tiempo» y siempre dice que «sí», sin saber si al final podrá.
No saldrá junto a Juan Diego Flórez, que decidió descolgarse del montaje porque cree que a su voz no le va bien cantar el duque de Mantua, pero él sólo hecha de menos a un tenor: Alfredo Kraus, con el que cantó esta ópera en 1985, junto a su mujer.

«Alfredo era el arte, luego están los divos, pero él era el arte», sentencia, y recuerda que en su casa, sobre el piano, sólo hay tres fotografías: una de Von Karajan, otra de Solti, y una del matrimonio con Kraus.

Nucci es el único que ha cantado Rigoletto en todos los teatros importantes del mundo, y de las 432 veces que ya lo ha hecho destaca sólo dos: la primera, el 10 de mayo de 1973, con su mujer, que estaba embarazada de seis meses de su única hija, Cinzia, y la última. «La mejor siempre es la última, porque si no pienso así significará que me he instalado en la rutina y eso es la muerte de la ópera», opina.

En 1998 le dio un «verdadero infarto», y lo dice con una hondura en la voz que sobrecoge pero que no le ha hecho bajar nada el ritmo: «sólo se muere una vez y se vive cada minuto», ríe, y se jacta de que está «en mejor forma vocal» que hace 30 años.

Afirma que él no quiere «aparecer en la ventana» y prefiere estar «siempre detrás», pero eso no le impide tener contratos firmados con los mejores coliseos del mundo hasta 2013. Finge sorprenderse cuando se le pregunta por qué hay tantos tenores y tan pocos barítonos y ahí también sentencia: «esa es una voz que se trabaja con la experiencia, con el conocimiento de la vida. Hay muchos que corren y eso es un delito», advierte rotundo.

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