La muerte en 1985 de Marta, la hija de Carmen Martín Gaite, estableció un antes y un después en su narrativa, marcada por el interés por la comunicación, la búsqueda del interlocutor, la problemática de la mujer y la utilización permanente de la memoria y del mundo de los sueños como forma de conocimiento interior. En la etapa final de su vida, influida por esa terrible pérdida, Martín Gaite construyó unas novelas dominadas por las relaciones entre madre e hija. Esas obras -Caperucita en Manhattan,Nubosidad variable,La reina de las nieves,Lo raro es vivir e Irse de casa- protagonizan el segundo volumen de sus Obras completas, publicadas por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, a las que también se suma su novela póstuma, Los parentescos (2001).
La autora, para quien la literatura era «una gran fiesta», invitó siempre a los lectores a mirar en los problemas del ser humano, utilizando la escritura y la propia literatura como un refugio donde no sólo se podían esconder los lectores, sino también los personajes de sus textos. A través de sus libros, Carmiña, como la llamaban sus allegados, planteaba preguntas, entablaba un diálogo constante que no finalizaba con la obra en sí misma. Y es que la autora salmantina estaba obsesionada con la comunicación, con la búsqueda de un interlocutor, motivo por el cual cuidaba en extremo el lenguaje que empleaba en sus novelas.
Los que la conocieron dicen de ella que, siempre ataviada con sus característicos gorros y con un lapicero y un cuaderno, escuchaba el lenguaje de la gente mientras iba montada en el autobús. Martín Gaite, que estuvo casada con el también escritor Rafael Sánchez Ferlosio, fue la primera mujer que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1978, y también ganó en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra, en la que acaso sus novelas sean el elemento más conocido por un público que, gracias a la publicación de las tendrá la ocasión de acercarse a la poetisa y a la ensayista. La escritora, el paradigma de una mujer de letras, era también una amante de los cuentos clásicos, que versionó en dos novelas que aparecen en este segundo tomo: La reina de las nieves y Caperucita en Manhattan.
La catarsis de Caperucita en Manhattan
La novela que abre este segundo volumen es, precisamente, Caperucita en Manhattan, una de las obras más importantes de la autora, sobre todo si se tienen en cuenta las circunstancias que rodearon el proceso de su escritura. Carmen Martín Gaite no difundía en sus páginas la historia de su vida, pero tampoco la ocultaba; un lector que conozca su biografía puede apreciar con facilidad pequeños detalles de su existencia en todas sus obras.
En 1990, la escritora salmantina regresaba a la novela tras un silencio de una década, con esta obra, a priori pensada para niños, que sin embargo tuvo un gran éxito entre el público adulto. La historia comenzó a tomar forma cuando Martín Gaite volvió a Nueva York poco tiempo después de la muerte de su hija Marta, en 1985.
En todos los textos que escribió, la autora apenas mencionaba esa pérdida irreparable, y se puede decir que sólo volvió sobre su duelo de manera indirecta en esta novela, cuya escritura sirvió de catarsis. Prueba de ello es esta frase que aparece en uno de sus cuadernos: «Caperucita Roja soy más bien yo, y ando atenta a la aparición fugaz de los lobos, disfrazados de psiquiatras». Mediante esta novela, se puede decir que Carmen Martín Gaite consiguió salvarse.
también presente en este volumen, supone, al igual que Caperucita en Manhattan, un encuentro de la autora con los escritores clásicos, a los que se acercó con unas versiones en las que incluyó algunos de los temas que más le apasionaban, como el de las relaciones entre madre e hija.
Escribir La reina de las nieves le costó casi veinte años de trabajo, puesto que empezó a tomar notas en 1975, redactando la mayor parte de la obra entre 1979 y 1985; sin embargo, la muerte de su hija dejó parada la historia. En 1992, Martín Gaite decidió retomarla, y finalmente se publicó en 1994. La escritora empleó el conocido cuento de Andersen para tejer una historia en la que el lector vuelve a encontrar los tópicos de su narrativa, como los finales abiertos o la importancia de la comunicación.
Quizás su obra más valorada
Con esta novela, la escritora tuvo un notable éxito, tanto dentro como fuera de España; además de su valor literario, Nubosidad variable tiene un importante valor sociológico, ya que como dice Elide Pittarello en el prólogo de este segundo tomo de las Obras completas, la novela testimonia cuánto había cambiado la vida de la mujer española desde el franquismo.
Martín Gaite haba de la soledad sentimental -un peaje inevitable o incluso útil, según se mire- y plantea cómo las mujeres más luchadoras no siempre están preparadas para soportar los efectos últimos de sus conquistas.
A través del despliegue de la intimidad, la autora ofrece una variante de la búsqueda del sentido trascendente de la existencia, y lo hace con una novela ‘atípica’, donde el protagonismo recae únicamente en las voces de las protagonistas, dos amigas con vidas diferentes que se reencuentran tras años sin haber tenido contacto.
Su obra inacabada
El segundo volumen de las Obras completas se cierra con Los parentescos, su novela póstuma, escrita en el 2000, el año de su muerte. El texto, inacabado, constituye todo un homenaje a una de las escritoras más queridas por el público y más respetadas por la crítica. La redacción alcanzó un punto tan avanzado que bien se puede decir que la novela tiene un final abierto, algo que, por otra parte, era muy típico en las novelas de Martín Gaite. Tomando como punto de partida el año 2000, que marcaba, por así decirlo, el final de una época y el principio de otra, la escritora explora la nueva realidad de los núcleos familiares, en los que lentamente van desapareciendo los tópicos familiares, tan asentados en España desde el franquismo.
Martín Gaite, siempre más partidaria de observar que de juzgar, eligió como narrador de esta historia a Baltasar, un chico sin prejuicios, que rememora su infancia a lo largo de las páginas. La novela tiene un estilo fresco, en el que abundan los diálogos y una gran variedad de registros, desde la jerga de los adolescentes hasta el habla de los adultos.
A pesar de no ser su mejor obra, Los parentescos aborda, a través de pequeñas realidades, el tema fundamental de toda su obra: el misterio de la vida -«lo raro es vivir», decía la autora, y tanto confiaba en esa reflexión que dio título a una novela-. Carmen Martín Gaite, más aficionada a las preguntas que a las respuestas, pero siempre dispuesta a dialogar, seguirá charlando con sus lectores gracias a estas ambiciosas Obras completas, cuyo tercer volumen verá la luz el próximo año.