El director Daniel Barenboim y la Orquesta West-Eastern Divan han compartido esta noche, en los Veranos de la Villa de Madrid, su mensaje de entendimiento y solidaridad con los 2.500 afortunados que consiguieron entrada para asistir a un concierto de carácter gratuito.
Barenboim y su joven orquesta visitaban la capital, por sexto año consecutivo, en una gira que celebra el décimo aniversario de esta noble iniciativa nacida en 1999 e impulsada por el propio Barenboim, argentino-israelí, y el filósofo Edward Said, palestino.
Previendo una gran afluencia de público en las inmediaciones del escenario Puerta del Ángel, la organización instaló una pantalla gigante en uno de los laterales del recinto, facilitando el trabajo a los pícaros que, durante los conciertos celebrados hasta la fecha, aprovechaban un montículo cercano para ver los espectáculos sin coste alguno.
Desprovisto de partitura que guiase su desempeño, Barenboim ha subido al escenario para dirigir a un Divan que, formado por 103 jóvenes músicos de entre 12 y 31 años, integra a 42 árabes -de Siria, Egipto, Jordania, Líbano y Palestina-, 37 israelíes, 20 españoles y otros cuatro artistas de distintas nacionalidades.
Atacó la orquesta en primer lugar Les préludes, el tercero de los doce Poemas sinfónicos del compositor húngaro Franz Liszt, en un viaje que pasó de la bravura a la melancolía, de la esperanza al vértigo, en una sucesión sonora tan bella y emotiva como sólidamente interpretada.
Al contrario que en ocasiones precedentes, no se vieron entre el público pancartas a favor del pueblo palestino. El respetable había dejado las reclamaciones políticas en la entrada y se dedicó, en el más absoluto y respetuoso silencio, a disfrutar con las evoluciones sobre las tablas de Barenboim y sus músicos.
La segunda parte del recital deparó una Symphonie fantastique que hizo honor a su título. La oscuridad que dibujaban chelos, clarinetes y tambores permitió empatizar con ese desgraciado artista cuya historia cuenta la sinfonía de Hector Berlioz.
Tradicional reducto para entendidos, el proyecto de Daniel Barenboim y la West-Eastern Divan no sólo contribuye a transmitir un aviso de esperanza, sino que colabora en la difusión y popularización de la música clásica, acercando el género a un público en principio profano.
Tras varios minutos de aplauso incondicional, durante los que se vio obligado a saludar hasta en tres ocasiones, Barenboim cedió todo el protagonismo al Divan para que éste, en un final ligero y divertido, agasajara a los presentes con Los couplets del toreador de la ópera Carmen.