Todas ellas están marcadas con el mismo rotulador en la casilla del actual presidente, que según las encuestas partía con una amplia ventaja en los comicios.
«Este fajo ni siquiera llegó a ser usado. Me lo trajo un trabajador de la Comisión esta mañana y es sólo un ejemplo. Pero hay cientos de libros de voto como este que sí han entrado en las urnas», afirmó el tayiko Abdula, miembro de la segunda etnia afgana más numerosa.
Según el organismo encargado de juzgar las irregularidades -la Comisión de Quejas (ECC)-, hasta el momento existen 225 denuncias de fraude sobre las elecciones presidenciales, y de ellas 35 son susceptibles de alterar significativamente los resultados.
Abdula, crítico con el proceso electoral tras la jornada de voto, dio credibilidad al organismo, pero dudó de que disponga de capacidad suficiente como para «limpiar de fraude» los comicios, los segundos presidenciales tras la caída de los talibanes.
Ya antes de la jornada electoral, el 20 de agosto, uno de sus portavoces había alertado de que un proceso electoral plagado de irregularidades podría llevar a una ola de violencia entre los partidarios de los principales candidatos.
El resultado debe ser decidido por el pueblo
«Espero que no se llegue a eso -declaró hoy Abdula- pero ciertamente el resultado de las elecciones debe ser decidido por el voto del pueblo, no por un fraude. Si el resultado de las elecciones es hijo de un fraude, no será aceptable para los afganos».
Ante la posibilidad de violencia, temida por Occidente por la inestabilidad que sufre ya el país, el enviado de Estados Unidos para Afganistán, Richard Holbrooke, reveló el otro día que tanto Karzai como Abdula le prometieron respetar los resultados oficiales.
Pero Abdula, que formó parte del Gobierno Karzai hasta ser abruptamente cesado, matizó hoy que su promesa se refería sólo a un «proceso creíble y transparente» y que no aceptará presiones si persisten las pruebas de manipulación.
Tendrá ocasión de comprobarlo hoy mismo, con el anuncio previsto de los primeros resultados parciales, del 30 por ciento del escrutinio, por parte de la Comisión Electoral afgana, que tampoco ha anunciado aún el nivel de participación definitivo.
El boicot talibán
Las elecciones tuvieron lugar bajo una llamada al boicot de los insurgentes talibanes, que «presionaron a mucha gente para que no votara», recordó Abdula, y emprendieron una ola de violencia que dificultó el sufragio sobre todo en el sur del país.
«Fíjese -añadió el candidato en referencia al supuesto fraude- que en algunos puntos de Afganistán, las personas que querían votar no han podido hacerlo, y tampoco pudieron acudir al lugar los observadores. Pero las urnas están llenas».
Aunque Abdula tenía una desventaja de 18 puntos respecto a Karzai según las últimas encuestas preelectorales, la agencia afgana Pajhwok informó este fin de semana de que, según datos del recuento, Karzai rondaba el 71 por ciento de los votos realmente emitidos, lo que haría innecesaria una segunda vuelta.
«No tengo problema con que Karzai tenga el 80 ó el 99 por ciento de los votos, si realmente esos son los votos que tiene. Yo no estoy hablando de pequeñas cosas aquí y allá. Rellenan urnas, rellenan números. No esperábamos esta farsa de recuento», denunció Abdula.
Proceso «jutso» pero «no libre»
Hasta ahora, los observadores internacionales han calificado el proceso como «justo» pero no «libre», debido a la presencia de los talibanes, pero la Fundación afgana para unas Elecciones Libres y Justas (FEFA) ha denunciado numerosas irregularidades.
«La campaña electoral tampoco fue tan justa como se dice; Karzai tuvo todas las ventajas. Mire, yo no tengo sitio junto a alguien que roba el voto del pueblo», descartó Abdula, preguntado por la posibilidad de un Gobierno de unidad tras los comicios.
Apostó también por investigar las denuncias realizadas contra él por otros candidatos, que acusaron a miembros de su equipo de campaña de haber incurrido en malas prácticas electorales.