lunes, enero 20, 2025
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Salwa al Neimi: «Los árabes hemos sufrido una amputación de nuestra herencia y nuestra cultura»

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De madre cristiana y padre musulmán, Salwa al Neimi creció en un ambiente de tolerancia en el que las dos religiones de sus progenitores convivían con la misma armonía. Esa tranquilidad se percibe en su rostro y en su voz, que en ningún momento eleva para recordar que Occidente tiene «muchos clichés con respecto a los países árabes». Parece curioso que esta mujer, cuya novela ha sido censurada en su propio país, se esfuerce por dejar claro que la cultura árabe fue pionera en muchos temas, uno de ellos el placer sexual, considerado «un anticipo del paraíso».

Respetuosa con sus raíces y consciente de que «criticar al vecino» es más fácil que tratar de entenderle, Salwa al Neimi se inspira en los textos tradicionales de la cultura árabe para construir El sabor de la miel (Planeta Emecé), una novela que llega ahora a España y que muchos se empeñan en calificar de «erótica». Ella se lo toma con humor y filosofía: «Hablo del sexo en la sociedad y en la cultura árabe, pero no soy una escritora erótica, y quien diga eso se equivoca. Los críticos árabes son los que han dicho esto, pero yo sólo pretendo hablar de la sexualidad en el mundo árabe», explica, mientras recuerda con una sonrisa que «para ellos el libro ha sido una bomba, pero en Occidente no se ha visto así». Además, recuerda ya seria, «los párrafos más escandalosos son citas de los textos antiguos, de eruditos que respeto y admiro y que he citado para recordar que en un tiempo nosotros fuimos así de avanzados», dice.

«No hay separación entre el cuerpo y el espíritu»

«Creo que existía la necesidad de que una mujer moderna escribiera sobre su cultura; para mí, ha sido un vehículo para contar una historia de amor carnal en la que el espíritu no está excluido, porque para mí no hay separación entre el cuerpo y el espíritu, son uno mismo, y en la cultura árabe tradicional tampoco existía esa separación», cuenta la autora, que vive en París desde hace años.

Neimi afirma que hay una diferencia muy grande entre la literatura árabe y la occidental en cuanto a los temas tratados y al enfoque que se le dan. «En la narrativa árabe el sexo aparece glorificado, es algo positivo que conlleva el bien, y se ve como un anticipo del paraíso; por el contrario, en la occidental, históricamente todo lo que tiene que ver con el sexo es malo porque el cuerpo es visto como el origen de todos los males». Fuente de placer, de bienestar moral y psíquico, así se concebía el sexo en esa sociedad siglos atrás. Europa, mientras tanto, caminaba en la senda que unía sexo y culpabilidad.

Además, defiende la escritora, era una literatura que «no elaboraba juicios morales o religiosos», quizás porque quienes escribían estos textos eran sabios intelectuales, muchas veces los propios comentaristas del Corán. En su libro, el lector encontrará pasajes en los que la autora cita nombres como Sidi Mohamed al Nafzawi o Abdul Qasim al Junaid. «El miembro del hombre encuentra su salvación en la vagina», dice Sidi Mohamed al Nafzawi, y Salwa al Neimi lo reproduce en sus páginas, gracias a las cuales miles de jóvenes musulmanes que han burlado la censura, sobre todo gracias a internet, «se han reconciliado con su cuerpo y su espíritu».

Ver al vecino «como un diablo absolutamente reprimido»

La autora es consciente de la gran censura que este tema genera en países como el suyo, Siria, y por eso ha escrito esta novela, para evitar que los textos de la antigüedad se sigan «despreciando e ignorando». «Los árabes hemos sufrido una amputación de nuestra herencia y nuestra cultura, y yo trato de arrojar luz sobre esos textos antiguos para que se vea y quede claro que lo que se dice hoy en día sobre nuestra cultura son comentarios basados en estereotipos. Dicen que en el mundo árabe hay represión, que los musulmanes impiden reflexionar, actuar, pero nuestra cultura ha sido tradicionalmente una cultura de libertad», recuerda, intentanto romper los clichés que denuncia. «Quizás sea más cómodo y más reconfortante ver al vecino como un diablo absolutamente reprimido», dice con amargura.

Para que esta situación cambie, Neimi considera imprescindible el papel de la cultura como vehículo para acceder a la libertad. «Para ser moderno no hay que renunciar a tu cultura, más bien todo lo contrario, yo me apoyo en ella para ser más libre. Mi cultura no es un corsé, es una manera de acceder a otras culturas», confiesa.

La autora es capaz de dialogar sobre cualquier tema, pero no tiene palabras para explicar los orígenes de esta censura que se vive hoy en día. «Hablar de educación sexual en los países árabes es como hablar de ese tema en la España de Franco: son temas prohibidos, y cuando se aproximan a ellos lo hacen de tal manera que se acaban odiando y viendo como algo horroroso», explica.

La represión no es igual en todos los países árabes, y prueba de ello es el camino que ha seguido El sabor de la miel: censurado en Siria pero publicado en Marruecos, Túnez y Argelia, y permitido para mayores de 18 en Líbano. Pese a todo esto, la escritora no desespera en su intento de difundir este mensaje de esperanza, basado en conciliar placer y tradición. «Yo no soy pionera en nada, muchas otras autoras ya han escrito sobre estos temas», defiende.

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