Ganador de dos Oscar, uno al mejor director en 2006 Brokeback Mountain y otro a la mejor película de habla no inglesa en el 2001 por Tigre y dragón, largometrajes que acumularon otras cinco estatuillas, Ang Lee se tomó hace unos años el firme propósito de llevar al cine la novela de Elliot Tiber y Tom Monte, Taking Woodstock, sobre como se organizó y se desarrolló este festival.
Para ello, consiguió el oscarizado documental Woodstock, de Michael Wadleigh, estrenado en 1970, vio fotografías y películas, escuchó música y leyó libros de la época, y contrató al especialista David Silver. Pero también, según ha contado, compartió sus experiencias con el grupo de actores que protagonizan el filme, Demetri Martin, Imelda Staunton, Emile Hirsch, Liev Schreiber, Jonathan Groff o Dan Fogler, y, «sobre todo, con los figurantes y extras». «Con ellos -aseguró- monté una especie de academia hippy, en la que aprendimos a vivir como hacían los jóvenes de la época, que no es que fueran diferentes a los de ahora, sino que eran mucho más soñadores».
En Destino Woodstcok, Ang Lee nos cuenta los preparativos de este festival, que puso banda sonora a toda una generación convirtiéndose, sin pretenderlo, en la cima del conocido como movimiento «hippy» en 1969.
En el filme, Elliot Tiber (Demetri Martin) es un decorador que deja Nueva York para volver a su pueblo y regentar el viejo hotel de su padre, llamado El Monaco, en donde todos los veranos organiza un pequeño festival de música. Esta vez, tras enterarse que en el pueblo vecino han denegado el permiso para un festival hippy, aprovecha que tiene el suyo y se lo ofrece a los organizadores. Unos días después, medio millón de personas invaden la granja de un vecino suyo en White Lake, en donde finalmente se celebra el evento del 15 al 18 de agosto.
En la película, según Lee, «claro que el espíritu hippy está presente, pero también el del clásico hombre de negocios, representado en el promotor Michael Lang y el propietario de los terrenos Max Yasgur».
Vivió su propio Woodstock
Él vivió su propio Woodstock cuando en 1978, con 23 años, se trasladó a EEUU a estudiar teatro. «Yo venía de Taiwan, un país muy conservador. Había visto con 14 años, en blanco y negro en la TV, el documental sobre el festival, pero al llegar a América mi vida dio un giro, leí el primer libro comunista y me di cuenta de quiénes eran los malos. Al mismo tiempo, experimenté con la sexualidad y me encontré con mis miedos», señaló.
«Desde entonces -añadió- intento hacer terapia contra esos miedos a través del cine. El cine es mi única droga. Woodstock, quizá, fue la representación máxima de la edad de la inocencia, pero a la vez el origen de grandes movimientos por los derechos humanos y el medio ambiente, que ahora culminan con Obama. Si Obama fracasa, qué vamos a hacer con la gente joven».
Ang Lee debutó en 1992 con Manos que empujan, a la que seguirían títulos como Comer, beber, amar, El banquete de boda, Sentido sensibilidad o La tormenta de hielo«, hasta llegar a su último largometraje, «Deseo peligro», con la que visitó Madrid en el 2007.
El realizador considera que a «todos los cineastas» les «gusta reinventarse». «A mí también -puntualiza- porque es una manera de aprender sobre la vida y sobre las gentes, por eso me gusta trabajar todo tipo de géneros, aunque nunca haría una película de fantasmas».
Lee, que prepara un guión sobre la novela «La vida de Pi», de Yann Martel, sobre un niño indio cuyo barco naufraga y llega a una isla desierta, ve la industria cinematográfica estadounidense como una gran equipo de fútbol de primera división que necesita fichajes extranjeros para desarrollarse y transmitir su propia cultura».